Tron (1982)

La primera “Tron” es una película adelantada a su época —una producción realizada con sangre, sudor y lágrimas, que además nos presenta una perspectiva de La Red y el mundo de las computadoras mucho antes de que cualquiera pudiese entrar a la Internet. Es más, “Tron” se estrenó antes de que existiese el primer Nintendo, por lo que mucho de lo que termina presentando —especialmente en relación a los videojuegos y el ciberespacio— definitivamente no era parte del mainstream. En ese sentido, resulta alucinante que “Tron” haya envejecido tan bien, por más de que sus efectos visuales —en aquella época revolucionarios— ahora luzcan anticuados.
El protagonista de “Tron” es Kevin Flynn (un joven Jeff Bridges), el creador de existosísimos videojuegos de Arcade para una empresa llamada Encom, quien sin embargo ha sido traicionado por el CEO de aquella compañía, Ed Dillinger (David Warner), quien se terminó llevando todo el crédito de sus creaciones. Enfadado, Kevin se terminó saliendo de Encom, por lo que ahora es más feliz manejando una sala de Arcadias llamada Flynn’s Arcade. Pero en secreto, está buscando entrar al sistema de Encom para encontrar la evidencia de lo que Dillinger le hizo, y para eso, cuenta con la ayuda de sus amigos (quienes todavía trabajan para la compañía), Alan (Bruce Boxleitner) y Lora (Cindy Morgan).
Es así que un día deciden meterse a Encom para de una vez entrar a su sistema. Pero es ahí, precisamente, que Kevin se involucra en un accidente, siendo escaneado por un láser que lo termina metiendo (literalmente) al sistema de computadoras de Encom. Y dentro, nuestro protagonista descubre un mundo donde los programas tienen consciencia y apariencia de humanos, manejan motos llamadas Light Cycles, y son perseguidos por naves enormes. Es un mundo hecho de polígonos y luces, del cual tendrá que escapar con la ayuda de un programa llamado Tron (también Boxleitner) y su compañera Yori (también Morgan), mientras son perseguidos por el secuaz del Programa de Control Maestro, Sark (también Warner).

El look de “Tron” es alucinante pero no siempre agradable. El filme fue grabado (casi) enteramente en sets negros y en blanco y negro, con la animación revolucionaria en 3D y elementos en 2D siendo agregados en postproducción, a través de procesos ópticos que tenían que ser realizados a mano y a través de diferentes capas. Puede que “Tron” luzca algo primitiva hoy en día, pero la manera en que fue hecha es fascinante, y ciertamente le otorga un look muy propio, como el de ninguna otra producción (ni siquiera sus secuelas). Y aunque elementos en 3D como los Light Cycles lucen como gráficas de videojuegos de hace treinta años, sus diseños siguen siendo icónicos y atractivos, lo cual ayuda a que la construcción de este mundo virtual funcione.
Porque a nivel narrativo, “Tron” no es nada del otro mundo. De hecho, es una clásica historia de “pez fuera del agua”, solo que esta vez tenemos a un humano (o Usuario) entrando a un mundo de computadoras. Jeff Bridges da una excelente actuación como Flynn (bastante relajado considerando todo lo que le sucede), y los Programas actúan de manera sorprendentemente humana (ciertamente más que en las secuelas). Mezclando ideas sobre autocracias (el Control Maestro es una suerte de Dictador en el sistema), creencias religiosas (la llegada del Usuario Flynn es comparable con la de Jesús, pero para los Programas) y por supuesto, el ciberespacio, “Tron” todavía funciona como una aventura visualmente interesante y extremadamente ochentenra. No es para todo el mundo, pero los fanáticos de la ciencia ficción y las tecnologías antiguas la pasarán bien con “Tron”.
Tron: el legado (2010)

Veintiocho años después de la primera película, tanto Disney como el director Joseph Kosinski (“Top Gun: Maverick”, “F1: la película”) por fin se animarían a producir una secuela. Y los resultados fueron bastante buenos a nivel creativo, pero no demasiado a nivel de taquilla. “Tron: el legado” es una cinta ambiciosa, que expande el universo creado por su predecesora, haciendo uso de increíbles efectos visuales —los cuales, en su momento, se aprovecharon más en formatos como IMAX o el 3D— para narrar una historia algo básica, pero entretenida. Disfruto más de “Tron: el legado” que de la primera entrega, probablemente porque no ha envejecido tanto como su fuente original de inspiración.
Llevándose a cabo veinte años después de “Tron”, el filme tiene como protagonista al hijo de Kevin Flynn, Sam (Garrett Hedlund), dueño de Encom, quien, sin embargo, no se mete en los asuntos de la empresa. No obstante, una vez que Alan (Bruce Boxleitner, obviamente) le cuenta que ha recibido un mensaje de bíper (¿los recuerdan?) de su desaparecido padre, el chico decide ir al ahora clausurado Flynn’s Arcade, donde encuentra el equipo de Kevin. Y es ahí donde es escaneado y transportado al Sistema, encontrándose como una nueva Dictadura que de frente lo mete en juegos como las Batallas de Discos, o los encuentros con Light Cycles.

Resulta que el Sistema es ahora gobernado por Clu (una perturbadora versión joven de Jeff Bridges), un programa creado por el mismo Kevin que se obsesionó con encontrar la perfección en un mundo sintético. Evidentemente, al enterarse de la llegada de Sam, se obsesiona con encontrarlo, por lo que el chico es rescatado por Quorra (Olivia Wilde), el programa que trabaja con un ahora viejo Kevin (Jeff Bridges). Una vez que padre e hijo se reúnen, se dan cuenta de que deben encontrar la forma de regresar al mundo real. No solo porque Sam no se quiere quedar encerrado en el sistema, sino también porque Chu se ha robado el Disco de Kevin, el cual le permitirá llevar a todos sus secuaces a la Tierra y así gobernarla.
Primero que nada: “Tron: el legado” es una maravilla visual, incluso quince años (¡¡!!) después de su estreno en cines. Los efectos visuales son en su mayoría impresionantes, y los diseños del primer filme han sido actualizados con tecnología moderna para que la Red luzca absolutamente impresionante. Secuencias como las batallas de discos, persecuciones con vehículos (no solo Light Cycles) y las peleas en general son todas impactantes y emocionantes. El único “pero”, por supuesto, es la versión joven de Jeff Bridges. En el 2010, todavía no se contaba con la tecnología propicia para rejuvenecer digitalmente a un actor, por lo que Clu luce absolutamente aterrador; como un maniquí viviente, o un personaje extraño de un videojuego de PS3. Esto medio que funciona en la Red, ya que Clu como personaje se supone es sintético. Pero por razones injustificables, Bridges también es rejuvenecido durante los flashbacks a los 80s, donde vemos a un Kevin supuestamente real. Es ahí, lamentablemente, donde radica el mayor defecto de “Tron: el legado”.
Por lo demás, lo que tenemos acá es un blockbuster bien actuado y mejor fotografiado, donde destaca, también, la banda sonora del dúo francés (ya retirado, lamentablemente) Daft Punk (¿cómo no mover el cuerpo cuando comienzan a tocar “Derezzed” en la escena del bar?). Jeff Bridges destaca como un viejo Kevin, Garrett Hedlund no está mal como Sam, y aunque a Olivia Wilde (más “gatezca” que nunca) le toca interpretar a una Manic Pixie Dream Girl virtual, igual hace un buen trabajo. Ah, y cómo olvidarnos del gran Michael Sheen, quien la pasa de lo lindo sobreactuando y gritando como Castor, un excéntrico Programa. “Tron: el legado” no es perfecta, pero sí se trata de la “secuela de legado” (ja), ideal; comprensible para nuevos espectadores, y emocionante para los fans de la cinta original.
Crítica de Sebastián Zavala Kahn
Comunicador audiovisual y crítico de cine. Bachiller en Comunicación Audiovisual por la PUCP; Maestría en Artes de MetFilm School en Londres; miembro de la APRECI —Asociación de Prensa Cinematográfica—, la OFCS – Online Film Critics Society y la IFSC – International Film Society Critics, y crítico oficial de Rottentomatoes.com. Integra el staff de las webs de Nintendo Pe, Cinencuentro y Ventana Indiscreta. Maneja la cuenta de cine SebaZavaReviews desde el 2012. Cofundador de NoEsEnSerie.com y FotografíaCalato.com, y coautor del libro Videogames You Will Never Play, del colectivo Unseen64.

