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CRÍTICA: Jurassic World: Renace – más dinosaurios, más de lo mismo

CRÍTICA: Jurassic World: Renace – más dinosaurios, más de lo mismo

Sebastian Zavala Kahn

Crítico de cine

Luego de la conclusión de la trilogía protagonizada por Chris Pratt, uno creería que la gente de Universal haría que la franquicia de “Jurassic World” descanse un poquito. Pero no. Se trata de una de las sagas más populares del mundo, demostrando que los dinosaurios, más que una moda o un interés pasajero son, irónicamente, figuras atemporales. Puede que se hayan extinguido hace millones de años, pero no importa cuantos años pasen desde el estreno de la “Jurassic Park” original (todavía la mejor película de la saga, porque Spielberg), parece que el público general nunca dejará de interesarse en los dinosaurios.

Lo cual, por supuesto, nos lleva al estreno de “Jurassic World: Renace”. Lo que se supone era un borrón y cuenta nueva, termina siendo más de lo mismo. ¿Dinosaurios nuevos? Pocos y menos memorables. ¿Situaciones interesantes? Una que otra, pero nada demasiado original. “Jurassic World: Renace”, más que un renacimiento, es como un remix de todo lo que ha pasado en los filmes anteriores, con algunos toques de la novela original escrita por el legendario Michael Crichton. Es entretenido y definitivamente se ve beneficiado por el toque del director Gareth Edwards (“Godzilla”, “Rogue One”), pero considerando que se supone es una producción que debería darle una inyección de nueva energía a la franquicia, definitivamente esperaba más.

“Jurassic World: Renace” comienza con un prólogo que se lleva a cabo diecisiete años en el pasado, en el que vemos como un laboratorio secreto en una isla cerca a la Guayana Francesa experimenta con dinosaurios, creando terribles mutaciones que, claramente, no serían aptas para ninguno de los parques originales de InGen. Ya en el presente, vemos a Zora Bennett (Scarlett Johansson), una mercenaria sorprendentemente amable, siendo contratada por Martin Krebs (Rupert Friend), quien trabaja para una multimillonaria farmacéutica, interesada en utilizar el ADN de dinosaurio para desarrollar nuevos medicamentos con el potencial de curar males cardíacos que normalmente cobran miles de vidas cada año.

Es así que convencen a nuestra protagonista de ir a la isla secreta del prólogo para buscar a tres especies específicas de dinosaurio, para que puedan extraerles muestras de sangre y traerlas de vuelta a la ciudad. ¿Su motivación para ir a este horrible lugar? Millones de dólares. Además, tendrá algo de ayuda. En su travesía la acompañan el paleontólogo Henry Loomis (Jonathan Bailey, de “Wicked”); el capitán de barco Duncan Kincaid (Mahershala Ali); el ex soldado Bobby (Ed Skrein), y un par de personajes más de poca personalidad. Pero como se trata de una película de la franquicia “Jurásica”, también seguimos a una familia de civiles que de pura casualidad y luego de ser atacados por dinosaurios marinos, se terminan uniendo al grupo de Zora.

Están el papá Rubén (Manuel García-Rulfo); su hija pequeña (Audrina Miranda); su hija adolescente (Luna Blaise), y el pastrulo del enamorado de esta última (David Iacono). Y como se deben imaginar, las cosas no salen tan bien como le hubiese gustado a Zora, lo cual motiva a todos estos personajes a intentar sobrevivir en la isla, con la esperanza de ser rescatados por un helicóptero de la única base de InGen que todavía sobrevive. Pero aparte de los dinosaurios regulares, también se encuentran los mutantes ya mencionados, y más importante: un monstruo enorme llamado Distortus Rex, que por supuesto termina teniendo un rol importante (y espantoso) hacia el final de la película.

Puede que al ser resumida, “Jurassic World: Renace” suene emocionante, pero lamentablemente el producto final no lo es tanto. Y de hecho, debería quedar claro ya que la cinta usa exactamente los mismos recursos que varias de las entregas previas: niños en peligro, personales aparentemente despiadados que cambian de opinión, representantes de una corporación que terminan siendo tan horribles como uno se hubiese imaginado, y por supuesto, dinosaurios creados a través de la experimentación genética. No hay nada nuevo acá, y además, nada de lo que el guionista David Koepp (el responsable del guion de la primera película, lo crean o no) logra cambiar resulta particularmente intrigante.

Koepp, pues, es de los guionistas de Hollywood más prolíficos y galardonados que hay, pero también de los más inconsistentes. Por cada “Jurassic Park”, nos ha entregado una “La Momia” (la versión de Tom Cruise; ugh); por cada “Spider-man” o “Código Negro” (de los mejores estrenos de este año, curiosamente), hay un “Ángeles y Demonios”. Y lamentablemente, “Jurassic World: Renace” no es de sus mejores propuestas. El filme se siente como el segundo borrador de algo que seguramente tenía potencial, pero que lamentablemente necesitaba más tiempo en el horno. No culpo a Koepp para nada; seguramente tenía poco tiempo para escribir, y lo que terminó entregando en realidad no es tan terrible considerando la presión que de hecho Universal ejercía sobre él.

Además, “Jurassic World: Renace” se ve beneficiada por el trabajo de Gareth Edwards, un director al que siempre le he tenido un particular cariño. Desde su original “Monsters” hasta “Rogue One” y la infravalorada “Resistencia”, el británico cineasta siempre ha sido capaz de crear mundos visualmente ricos, de mucha textura y verosimilitud. Y “Jurassic World: Renace” no es la excepción. De hecho, da gusto ver un blockbuster contemporáneo donde la imagen tiene textura y hace uso de sombras profundas, alejándose muchísimo del aspecto lavado que muchas producciones multimillonarias recientes tienen. La dirección de fotografía de John Mathieson (“Gladiador” y su secuela), quien lo filmó todo en celuloide de 35mm, es verdaderamente impresionante, y ayuda a que los efectos visuales prácticamente perfectos se vean incluso más creíbles.

No obstante, por más de que “Jurassic World: Renace” luzca tan bien, igual no termina de convencer. No solo está la historia, que de imprevisible no tiene nada, si no también la sorprendente falta de tensión. La cinta cuenta con interesantes secuencias de acción y persecuciones; de entre ellas, destacan el ataque al bote de Duncan, la búsqueda de huevos de dinosaurio en una cueva en medio de un acantilado, y el enfrentamiento final con el D-Rex. Pero fuera de que estos momentos se vean bien, ninguno logra generar mucho suspenso o emoción. Todo es muy tranquilo, calmado, carente de energía, haciendo que el espectador jamás se sienta demasiado preocupado por los personajes. Está mejor que lo que Colin Trevorrow hizo con el filme anterior, por lo menos —pero no por mucho.

“Jurassic World: Renace” me decepcionó. No porque el material promocional me haya parecido increíble o porque todavía le tenga mucha fe a la franquicia, si no porque esperaba más de Edwards y Koepp. El primero sigue siendo de mis directores favoritos (estoy seguro que se recuperará de este bajón), y el segundo sigue siendo un guionista de interés, especialmente cuando logra entregarnos películas como la ya mencionada “Código Negro”. Pero en términos generales, “Jurassic World: Renace” se siente como el último respiro de una franquicia que ya debería descansar por un tiempo (lo ideal sería que el descanso fuese permanente, pero mientras las películas sigan ganando plata, dudo mucho que Universal se quede de brazos cruzados). No la van a pasar mal con “Jurassic World: Renace”, pero si lo que esperan del filme es un verdadero renacimiento de la saga, mejor vayan a verla con bajas expectativas.

Crítica de Sebastián Zavala Kahn

Comunicador audiovisual y crítico de cine. Bachiller en Comunicación Audiovisual por la PUCP; Maestría en Artes de MetFilm School en Londres; miembro de la APRECI —Asociación de Prensa Cinematográfica—, y la OFCS – Online Film Critics Society, y crítico oficial de Rottentomatoes.com. Integra el staff de las webs de Nintendo Pe, Cinencuentro y Ventana Indiscreta. Maneja el blog de cine SebaZavaReviews desde el 2012. Cofundador de NoEsEnSerie.com y FotografíaCalato.com, y coautor del libro Videogames You Will Never Play, del colectivo Unseen64.

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