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Crítica «Avatar»: Un espectáculo visual de primer nivel

Crítica «Avatar»: Un espectáculo visual de primer nivel

<strong>Ernesto Zelaya Miñano</strong>
Ernesto Zelaya Miñano

Crítico de cine

En diciembre llega a los cines Avatar: El Camino del Agua, llevándonos de vuelta al mundo de Pandora luego de 13 años; buen momento para volver a revisar la cinta de ciencia ficción de James Cameron, la más taquillera de la historia y que causó una revolución en efectos especiales y reintrodujo (aunque sea brevemente) la moda del 3D en los cines.
Avatar es la historia de Jake Sully (el australiano Sam Worthington, a quien Hollywood intentó convertir en megaestrella sin mucho éxito y que hoy subsiste en películas de más bajo perfil), un soldado paraplégico que es seleccionado para viajar al lejano planeta de Pandora en reemplazo de su fallecido hermano. Pandora es un planeta selvático, con vistas imponentes, donde los humanos han llegado a explotar un mineral único llamado unobtainum, lo que los pone en conflicto con la población nativa, los Na’vi, humanoides azules de más de dos metros de alto. Interactuando con ellos a través de cuerpos artificiales – los avatares del título – Jake asumirá un nuevo estilo de vida de la mano de la nativa Neytiri (Zoe Saldana, quien luego encontraría aún más éxito como parte del universo Marvel, pero lamentablemente siempre escondida detrás de maquillaje y efectos especiales), enfrentándolo inevitablemente a los suyos.


Tal vez el mayor mérito de Cameron es introducirnos de lleno en un mundo completamente nuevo. Pandora es una creación totalmente original, con algunos parecidos a nuestro mundo pero con su propia flora, fauna y población nativa. Un universo muy bien planteado y realizado enteramente con CGI. En su momento, Mauro Fiore recibió una nominación al Oscar a Mejor Fotografía, lo que causó un amago de controversia al tratarse de una película casi enteramente digital, pero eso da fe del nivel de inmersión y su atención al detalle; no cuesta nada creer que Pandora pueda ser real. Hoy en día, con la mayoría de blockbusters se basan en propiedades y universos pre-establecidos, la novedad de lo hecho aquí por Cameron resalta aún más.


La trama de Avatar es sencilla: el conflicto entre los nativos y una potencia foránea avanzada se ha visto claramente influenciada por otras obras como Pocahontas, Danza con Lobos y hasta Ferngully, cinta animada noventera que hoy pocos recuerdan y que tenía un fuerte mensaje ecologista. Es cierto que este planteamiento puede carecer de novedad, o para los más cínicos, verse como un mero plagio, pero como se suele decir, lo importante no es lo que cuentas sino como lo haces; y Cameron, uno de los indiscutibles reyes del blockbuster, convierte este conflicto en un espectáculo visual de primer nivel lleno de acción y momentos emocionantes. Es fácil dejarse llevar dentro de una trama sin complicaciones, un conflicto entre bien delineadas fuerzas del bien – los pacíficos Na´vi, que viven vinculados a la naturaleza que los rodea – y del mal – los codiciosos humanos que quieren explotarlos para lucrar.


Avatar tiene un fuerte mensaje ecologista, lo cual no es ajeno para James Cameron, cuya filmografía siempre ha sido la de un director con un claro enfoque humanista, que resulta aparente aun con su siempre presente fetiche por la tecnología (soldados en armadura portando metralletas, colosales naves con un tremendo arsenal, etc.). Ellen Ripley recuperando su instinto maternal y protegiendo a una niña en pleno combate contra criaturas extraterrestres, o el Terminator aprendiendo a convivir entre humanos son sólo dos muestras de un director que siempre ha primado el factor humano aún entre despliegues de tecnología y efectos especiales. De ahí a que resulte fácil simpatizar con los Na’vi en su pelea para mantener sus costumbres y forma de vida frente a la industrialización y el aparato bélico que quiere exterminarlos, representados respectivamente por el monigote corporativo Parker Selfridge, interpretado por Giovanni Ribisi y el Coronel Quaritch de Stephen Lang, un actor para quien este tipo de papeles de tipo recio y durísimo de roer son una especialidad.


Más que otra cosa, Avatar es un espectáculo visual de primer nivel y una de las pocas películas (por no decir la única) que ha sabido aprovechar el potencial del formato 3D. Volver a ella 13 años después es confirmar que, a pesar de algunos defectos, es un blockbuster que funciona de maravillas, de la mano de un director que definitivamente sabe lo que hace. Ahora sólo queda ver si sus planeadas cuatro (¡!) secuelas ameritan un regreso a Pandora, o incluso si las podrá terminar luego de tantos años. Lo cierto es que ver Avatar puede fácilmente hacer reflotar las expectativas por su segunda parte, unas que ya muchos daban por perdidas.

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Ernesto Zelaya Miñano

Periodista, escritor y crítico de cine. Colabora con el portal de noticias canadiense ScreenAnarchy. Miembro y actual Secretario de la Asociación Peruana de Prensa Cinematográfica (APRECI). Co-fundador y redactor de FotografiaCalato.com, portal dedicado al cine peruano, además de colaborar en varios medios cinéfilos tanto nacionales como internacionales. Además mantiene su propio blog, Desaires, desde el 2005, donde escribe esporádicamente sobre cine y temas afines.