Como quien no quiere la cosa, el buen Venom ha terminado obteniendo una trilogía —para bien y para mal. Para bien, porque claramente hay quienes disfrutan enormemente de estas películas, y bueno, considerando lo popular que ha sido el personaje desde que debutó en los cómics, no se puede negar que MERECE tener una serie propia de filmes. Pero para mal, porque se trata de una de las trilogías más inconsistentes y olvidables que hayan salido, llena de oportunidades desperdiciadas, la mayoría de ellas ligadas a sus tenues conexiones con el Universo Cinematográfico de Marvel. Es así, pues, que tanto esta última entrega como las dos anteriores tienen más en común con algo como “Morbius” que con las películas de “Spider-man” de Tom Holland. Una verdadera pena.
Pero bueno, ya enfocándonos específicamente en “Venom: el último baile”; la mejor manera de calificar a esta película, es de “descuidada”. La directora-guionista (antes actriz, y también responsable de los guiones de los dos primeros filmes) Kelly Marcel parece estar más interesada en entregarnos momentitos divertido que en desarrollar una historia interesante, presentándonos acá una narrativa increíblemente básica que, por ende, resulta previsible y sosa. Lo que más logra resaltar, en todo caso, y como siempre, es la relación entre Venom y Eddie Brock (Tom Hardy), pero incluso aquel elemento se siente algo limitado acá, como si algo se hubiese perdido entre la segunda película y esta. El resultado es, pues, un producto final altamente olvidable, que por momentos hasta resulta tedioso, lo cual nunca me hubiese imaginado de una historia protagonizada por el Simbiote de Marvel.
Al comenzar la película, vemos a Eddie (Hardy) y su compañero Simbiote todavía atrapados en lo que se supone es la Tierra del MCU, conversando con un barman (Cristo Fernández) en México. Hasta mencionan brevemente a Thanos, aunque sea de forma “caleta”. No obstante, nuestros protagonistas son transportados casi inmediatamente a su propio universo (porque aparentemente no podemos tener nada bueno), donde se enteran que son considerados como fugitivos de la ley. Es así que deciden tomar un vuelo para irse a Nueva York, pero terminan cayendo en el desierto de Nevada luego de un encuentro con una criatura enviada por Knull (voz de Andy Serkis), el creador de los Simbiotes, y un megalomaníaco obsesionado con destruir el universo (obviamente).
Resulta, pues, que Venom y Eddie cargan con un códex, que de ser poseído por Knull, le permitiría escapar de su prisión intergaláctica, y por ende, acabar con todo lo que se le pueda ocurrir. Es por eso, además, que nuestros protagonistas están siendo perseguidos tanto por el general Strickland (Chiwetel Ejiofor, acá no más para cobrar su sueldo), como por la doctora Teddy Paine (Juno Temple), quienes trabajan en el Area 51 estudiando Simbiotes. El primero quiere acabar con los alienígenas, mientras que la segunda quiere investigarlos, dándose cuenta que no son nuestros enemigos, si no que más bien están escapando de las criaturas enviadas por Knull. Es así que todos estos personajes tratan de salvar al mundo, lo cual evidentemente termina siendo más difícil de lo que se imaginaron inicialmente.
Hay varios detalles, como se deben haber dado cuenta, pero al final del día, la trama de “Venom: el último baile” es muy fácil de resumir: Eddie y Venom tienen que salvar al universo de un alienígena maligno, con la ayuda de un general y una científica. No hay más ciencia que eso, y termina siendo tan previsible como se podrían imaginar. Ni la inclusión de una familia de hippies obsesionados con los Aliens, liderados por el “pastrulo” de Martin (Rhys Ifans, quien como todos tiene cuentas por pagar), ni el cameo del Detective Mulligan (Stephen Graham, quien debe estar extrañando a Scorsese) logran inyectarle algo de vida a los procedimientos. En general, el guion de Marcel avanza gracias a coincidencias, escenas de exposición torpe, y momentos de comedia que, al menos en mi sala de cine, no le extrajeron muchas risas al público presente.
Lo cual es una pena, porque como se mencionó líneas arriba, da la sensación de que algo se ha perdido. Las dos cintas anteriores no eran perfectas ni estaban cerca de serlo, pero algo de encanto tenían, especialmente en los momentos en los que aceptaban los ridículas que eran. Ciertamente ayudaba, además, que contasen con villanos medianamente interesantes —el Carnage de Woody Harrelson en particular se hace extrañar, ya que acá ha sido reemplazado por Strickland (quien no es necesariamente un antagonista puro) y Knull (quien solo aparece sentado en un trono, luciendo como un personaje de un RPG para PlayStation 5). Sí, seguir a Eddie y Venom tiene su gracia, pero hubiese estado mejor que contaran con antagonistas que estuviesen al mismo nivel.
Como siempre, Hardy interpreta a Eddie como un ser extraño —como un ex periodista que ahora luce (y actúa) como si estuviese con una resaca permanente, usando un acento americano genérico, y moviéndose como un loco. No sé —todavía— si es una actuación que pueda ser calificada como BUENA, necesariamente, pero al menos es memorable y valiente y francamente divertida. Por otro lado, actores de la talla de Chiwetel Ejiofor (quien fue mejor tratado en las películas de “Doctor Strange” del MCU), Juno Temple, Rhys Ifans y Stephen Graham hacen lo que pueden con personajes débilmente delineados, más arquetipos andantes que otra cosa. La única que tiene algún tipo de arco de personaje es la Teddy de Temple, pero incluso eso está hecho a medias, y resulta más sacarino que otra cosa. Cristo Fernández (de “Ted Lasso”, al igual que Temple) y Clark Backo (como una científica amiga de Teddy) son los únicos otros actores que destacan.
No hay mucho más que pueda escribir sobre “Venom: el último baile”. Es más de lo mismo, solo que menos inspirado que lo que se vio en sus dos predecesoras. Se siente como un desenlace obligatorio, con un tono que vacila entre lo sentimentalón y lo ridículo, y que nunca llega a desarrollar bien sus ideas, por más de que la mayoría sean poco originales. Hardy da todo de sí, como siempre (se nota que le importa la franquicia; el guion está basado en una historia que desarrolló junto con Marcel) y al menos los efectos visuales son de buena calidad, pero no hay nada en “Venom: el último baile” que destaque, ya sea a nivel técnico, narrativo o emocional. Y aunque el título da a entender que no habrán más secuelas, el filme termina de tal manera que deja abierta la posibilidad de contar más historias en este universo. Habrá que esperar a ver qué decisión termina tomando Sony… nuevamente, para bien o para mal.
NOTA: “Venom: el último baile” cuenta con DOS escenas post-créditos.
Crítica de Sebastián Zavala Kahn
Comunicador audiovisual y crítico de cine. Bachiller en Comunicación Audiovisual por la PUCP; Maestría en Artes de MetFilm School en Londres; miembro de la APRECI —Asociación de Prensa Cinematográfica—, y la OFCS – Online Film Critics Society, y crítico oficial de Rottentomatoes.com. Integra el staff de las webs de Nintendo Pe, Cinencuentro y Ventana Indiscreta. Maneja el blog de cine Proyectando Ideas desde el 2012. Cofundador de NoEsEnSerie.com y FotografíaCalato.com, y coautor del libro Videogames You Will Never Play, del colectivo Unseen64.