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CRÍTICA: Psicosis (1960) – un clásico de influencia incalculable

CRÍTICA: Psicosis (1960) – un clásico de influencia incalculable

Sebastián Zavala Kahn
Sebastián Zavala Kahn

Crítico de cine

¿Qué más se puede decir sobre “Psicosis”, luego de casi sesenta y tres años de críticas, artículos, análisis y demás? Pues vale la pena comenzar mencionando que fue todo un deleite verla en la pantalla grande, gracias al ciclo de Hitchcock de UVK Multicines. “Psicosis” es otro clásico que solo había visto en casa, en formatos como DVD o Blu-Ray, y verla en el cine ha demostrado ser algo distinto. Hay algo en el suspenso de la película, en el terror encontrado en lo mundano, en lo cercano, que se ha podido sentir mejor frente a una pantalla grande, rodeado de gente que estaba viviendo la tensión de la misma manera que vuestro servidor. Disfruto mucho viendo películas en casa, pero arriesgándome a que me llamen tradicionalista, simplemente no hay nada que pueda reemplazar (del todo) a la experiencia de la sala de cine.

Pero me desvío del tema. Lo que tenemos acá es un verdadero clásico: la película más famosa de Alfred Hitchcock, el Maestro del Suspenso. Y sí, “Psicosis” sigue funcionando tan bien el día de hoy como en 1960, desarrollándose como una experiencia llena de tensión, que además dejó en “shock” a muchos espectadores cuando salió por primera vez (y que podría generar la misma reacción en una público contemporáneo, siempre y cuando la vayan a haber sabiendo poco o nada sobre ella, claro está). Desde la famosa (o infame) Escena de la Ducha, hasta un asesinato en una escalera, y la caza final del asesino del Bates Motel, “Psicosis” está llena de momentos memorables y verdaderamente escalofriantes. Se trata, pues, del proto-“slasher”; de una película que sería imitada incontables veces, influyendo en todo un subgénero del terror, el cual sigue siendo explotado hasta el día de hoy.

Pero a diferencia de otras cintas conocidas por ser las primeras en hacer algo, “Psicosis” todavía sigue generando suspenso; todavía sigue generando miedo. Su genialidad, creo yo, y entre otras cosas, radica en su simpleza. Las motivaciones del asesino central son psicológicamente complejas pero para nada enredadas, y la manera en que se llevan a cabo las escenas, primero desde la perspectiva de Marion Crane (Janet Leigh), y luego desde la de Norman Bates (Anthony Perkins), es elegantemente sencilla. No es difícil ENTENDER a “Psicosis”, tanto así que la penúltima escena, donde un psiquiatra da todo un discurso explicando la psicología de Norman, es increíblemente innecesaria, hasta torpe (y se acerca muchísimo a arruinar una experiencia extraordinaria). “Psicosis” funciona por como logra atrapar al espectador, subvirtiendo sus expectativas constantemente, y metiéndolo en este mundo de paranoia y suspenso.

Leigh interpreta a Marion Crane, una secretaria que, de un momento a otro, decide robarse los cuarentamil dólares que su jefe acaba de ganar a través de un lucrativo contrato. Desesperada, se va rápidamente de Phoenix, Arizona, cambiando de auto en el camino para que nadie la siga. Pero es precisamente en ese contexto que, cansada, termina llegando al Bates Motel, donde es atendido por su único dueño, Norman (Perkins). Quien inicialmente parecía ser nuestra protagonista, es horripilantemente asesinada en la ya mencionada Escena de la Ducha, haciendo que la película cambie de perspectiva, obligándonos a seguir ahora a Norman. Pero también comenzamos a ver a la hermana de Marion, Lila (Vera Miles) quien, junto al amante de Marion, Sam Loomis (John Gavin), comienza a trabajar junto a un detective privado, Arbogast (Martin Balsam) para encontrar a la desaparecida mujer.

No es necesario aclarar que el aspecto más chocante de “Psicosis” en 1960, y algo que todavía funciona muy bien hoy en día, es la muerte de su aparente protagonista hacia la mitad de la historia. Es algo que nunca se había visto antes (y mucho menos con una artista tan famosa con Leigh), y algo que, de hecho, tampoco sucede con mucha frecuencia hoy en día. Es un momento sorprendente y sangriento, que obliga a la película a cambiar de rumbo, y que ayudó a separar a “Psicosis” de otras cintas de suspenso de la época. No solo tenemos la brutalidad de la escena (la cual, curiosamente, nunca muestra al cuchillo penetrando la piel de Marion), si no también los cortes rápidos que nos meten en la intensidad del momento, y por supuesto, el plano de un inodoro siendo jalado… ¡por primera vez en una película comercial! Los años sesenta ciertamente eran una época distinta, y “Psicosis” ayudó a cambiar mucho de lo que se veía en los cines en aquel momento.

Es así, pues, que el dinero que Marion se roba termina siendo nada más que un MacGuffin: un objeto o elemento que ayuda a avanzar la trama, pero cuya naturaleza termina teniendo poca importancia. De hecho, el fajo de dinero termina hundiéndose junto con el carro de Marion en un pantano. Lo que termina siendo de mayor importancia en “Psicosis”, más bien, es la naturaleza psicológica de Norman, y las razones por las que ha matado a varias mujeres jóvenes como Marion. Esto es algo que podría haber sido tratado con sutileza, pero que nuevamente, es relatado de manera innecesariamente explícita y desesperante en la penúltima escena del filme. Quizás dicha explicación era necesaria en 1960 (aunque algo me dice que incluso en aquella época podría haberse sentido algo redundante), pero hoy en día, no funciona para nada.

No importa. El resto de la película ha envejecido realmente bien. La primera mitad, desarrollándose como un thriller paranoico, en el que seguimos a Marion, adentrándonos en sus pensamientos, alejándose de todo lo que conocía antes, motiva al espectador a relacionarse con ella, por más de que haya hecho algo terrible. Y la segunda, en la que el espectador SABE quién es el asesino, y SABE lo que ha hecho con el cadáver de Marion, se desarrolla más bien como un thriller psicológico. El espectador tiene más información que los investigadores, y por ende, el suspenso se desarrolla mientras los seguimos a ellos intentando resolver el misterio, yendo al Motel y hablando con Norman y estando extremadamente cerca de encontrar la verdad. Es un clase de tensión distinta, que para sorpresa de nadie, Hitchcock maneja muy bien.

Ayuda, por supuesto, que las actuaciones sean todas excelentes. Janet Leigh logra desarrollar a Marion como una mujer común y corriente, que simplemente quiere una mejor vida para sí misma —da la impresión que robó el dinero sin pensarlo demasiado, y que ahora que está escapándose de su vida previa, no tiene la menor idea de qué hacer. Por su parte, Anthony Perkins es tan bueno como Norman, que terminó siendo encasillado por el resto de su carrera. Hay algo en Perkins —en su forma de hablar, en su aspecto, incluso en su peinado— que se siente, a falta de una mejor expresión, moderno. Uno se lo puede imaginar en una película contemporánea sin mayores problemas, lo cual dice mucho de la naturalidad de su actuación; interpreta a Norman como un chico tímido y modesto, que sin embargo cuenta con un problema psicológico que lo convierte en un asesino despiadado. Vera Miles (como Lila, la hermana de Marion), John Galvin (como Sam, el amante de Marion) y Martin Balsam (como Arbogast, el investigador privado) destacan en roles más pequeños, pero no menos importantes.

En lo que se refiere al apartado audiovisual, no hay nada en “Psicosis” que simplemente no funcione a la perfección. La dirección de fotografía en blanco y negro le otorga una cualidad visual atemporal que simplemente se hubiese perdido con el uso del color (si no, pregúntenle a Gus Van Sant y su innecesario “remake” noventero); el filme fue hecho en los sesentas, algo que se nota a leguas al observar los carros, los teléfonos y la ropa, pero a la vez, la historia se desarrolla de tal manera que podría funcionar en cualquier época (y por ende, puede ser disfrutada en cualquier época, por cualquier tipo de público). Y por supuesto, tenemos la banda sonora de Bernard Herrmann, tan famosa que ya prácticamente se ha convertido en un cliché (debido a su uso en incontables parodias y comedias). Pero acá funciona exquisitamente, los chirriantes violines contribuyendo mucho a la tensión y al miedo que uno siente primero por Marion, y luego por los personajes que investigan su muerte.

Como buena parte de la filmografía de Hitchcock, “Psicosis” es un clásico: una película de suspenso y tensión que ha influido tanto en incontables producciones de diversos países e industrias, que su importancia termina siendo prácticamente imposible de describir. Sin “Psicosis”, no tenemos “slashers” como “Viernes 13” o “Pesadilla en la Calle Elm”. Pero tampoco tenemos thrillers psicológicos enfocados en los conflicto internos de sus protagonistas o antagonistas. “Psicosis” es, pues, una película de final algo fallido (la escena del psiquiatra jamás dejará de fastidiarme), pero que igual puede ser disfrutada en el año 2023, gracias a su increíble manejo del suspenso, personajes memorables, escenas icónicas, y extraordinaria banda sonora. Nuevamente: verla en la pantalla grande fue todo un deleite. Si tienen la oportunidad, recomiendo que hagan lo mismo. Verla en casa simplemente no es lo mismo.

Crítica de Sebastián Zavala Kahn

Comunicador audiovisual y crítico de cine. Bachiller en Comunicación Audiovisual por la PUCP; Maestría en Artes de MetFilm School en Londres; miembro de la APRECI —Asociación de Prensa Cinematográfica—, y la OFCS – Online Film Critics Society, y crítico oficial de Rottentomatoes.com. Integra el staff de las webs de Nintendo Pe, Cinencuentro y Ventana Indiscreta. Maneja el blog de cine Proyectando Ideas desde el 2012. Cofundador de NoEsEnSerie.com y FotografíaCalato.com, y coautor del libro Videogames You Will Never Play, del colectivo Unseen64.