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CRÍTICA: Creed III – Una intensa y emocionante secuela

CRÍTICA: Creed III – Una intensa y emocionante secuela

Sebastián Zavala Kahn
Sebastián Zavala Kahn

Crítico de cine

¿A dónde llevar la historia de Adonis Creed (Michael B. Jordan)? ¿Cómo continuar con lo que se vio en las dos anteriores películas? ¿Y cómo seguir sin la presencia de Rocky Balboa (Sylvester Stallone)? Estas son algunas de las preguntas que, seguramente, se hizo el equipo detrás de “Creed III”, y que felizmente son respondidas con aplomo en la película. Porque contra todo pronóstico, y sin llegar a superar a la primera “Creed”, esta nueva secuela es, al menos, mejor que su predecesora inmediata (entretenida pero genérica), y una gran muestra de lo que Michael B. Jordan puede hacer detrás de las cámaras. Nada mal considerando que se trata de la novena (¡!) entrega de la franquicia de “Rocky”.

Adonis Creed la ha estado pasando bien. Es un campeón, tiene a una esposa que lo quiere, (Bianca, interpretada por Tessa Thompson), y a una adorable hija llamada Amara (Mila Davis-Kent), que parece haber heredado algo de la fortaleza de su padre. Pero a la vez, Adonis ya está viejo (para estándares del boxeo), por lo que decide retirarse, dedicándose a manejar un gimnasio, buscando a los nuevos campeones. Pero esta tranquilidad se ve interrumpida por la llegada de Damian Anderson (Jonathan Majors), un amigo de su infancia, y un gran boxeador. Lo que parece ser, inicialmente, un amical reencuentro entre dos viejos amigos, rápidamente se convierte en una intensa rivalidad, que eventualmente termina por obligar a Adonis a regresar al ring de boxeo.

Narrativamente hablando, “Creed III” no es la película de deportes más original del mundo. De hecho, en ciertos aspectos se parece bastante a algunas de las películas clásicas de “Rocky”, de la misma manera en que “Creed II” emulaba, aunque sea ligeramente, a “Rocky II”. Pero es la manera en que el filme utiliza los clichés del género, lo que termina por diferenciarlo de las secuelas más decepcionantes. Me gustó, por ejemplo, la forma en que el personaje de Adonis es desarrollado —tiene un arco muy claro basado en un conflicto interno, el cual, a su vez, es propulsado por el conflicto externo: su enfrentamiento con Damian. Y me gustó que se explore un poco de su pasado, mostrándonos como, al ser un hijo “perdido” de Apollo Creed, no contó con tantos privilegios cuando era niño.

Por otro lado, y para sorpresa de nadie, Jonathan Majors está muy bien como Damian. Un personaje que muy bien hubiera podido ser transformado en una caricatura, es más bien interpretado por Majors como alguien lleno de conflictos internos —que ha llegado a la vida de Adonis con sed de venganza, pero que a la vez está muy confundido, lleno de rencor. Se trata, pues, de un personaje complejo que no es necesariamente un villano, si no más bien alguien en busca de la redención —y de la atención que se le debió dar cuando era más joven. Majors lo interpreta con sutileza y fortaleza, curiosamente conservando, todavía, un poco de la energía perturbadora que tan bien utilizó en la oscurísima “Magazine Dreams”.

Por su parte, Michael B. Jordan sigue estando muy bien como Adonis. Sí, tenemos una película más en donde tiene que enfrentarse a nuevos obstáculos y, una vez más, probar su valía. Pero como siempre, Jordan logra transmitir muy bien los motivos por los que hace todo esto —relacionados a su familia y al legado al que representa, pero también a su pasado, y a los errores que cometió a lo largo de los años. Por otra parte, Tessa Thompson destaca como Bianca, por más de que, para variar, no tenga mucho qué hacer —al menos agradecí que se haya continuado con su historia, teniendo en consideración la manera en que sus problemas de audición afectarían su carrera como artista. Y la joven Mila Davis-Kent da una actuación adorable y creíble como Amara Creed, quien muy fácilmente podría protagonizar una serie de spin-offs en el futuro.

Debutando como director, Michael B. Jordan hace un buen trabajo inyectándole mucha energía a las escenas de pelea, inspirándose en la estética y ritmo del anime (especialmente a través de su uso de la cámara lenta, las poses memorables, y los golpes con duras consecuencias). Los enfrentamientos en “Creed III” son verosímiles e intensos, y especialmente durante la pelea final (no es un spoiler; ¡SIEMPRE hay una pelea final!), Jordan no tiene miedo de incluir algo de estilización. Consideren, si no, la manera en que nos muestra, de manera visual, la concentración de ambos boxeadores, ignorando tanto a los miembros del público, como a sus entrenadores. En general, “Creed III” es una película suficientemente tensa y con algunos momentos de brillantez estilística, que demuestra que Jordan tiene mucho potencial como director de cine.

Es impresionante considerar que la franquicia de “Rocky” cuenta ya con nueve entregas oficiales (por más de que Stallone esté ahora peleado con los productores — razón por la que no aparece en “Creed III”. ¡Y su ausencia se siente!). Y más impresionante, todavía, darse cuenta que ninguna película es particularmente terrible (sí, “Rocky V” es la peor; ¡pero igual tiene sus momentos!). Puede que “Creed III” no se sienta igual de fresca que la cinta de Ryan Coogler que inició la historia de Adonis en el 2015, pero igual cuenta con suficientes momentos de tensión e interesantes interacciones entre personajes, como para justificar su existencia sin mayores problemas. ¿Saldrán mas películas de “Creed”? Seguro que sí; y algo me dice que no nos terminarán decepcionando.

Crítica de Sebastián Zavala Kahn

Comunicador audiovisual y crítico de cine. Bachiller en Comunicación Audiovisual por la PUCP; Maestría en Artes de MetFilm School en Londres; miembro de la APRECI —Asociación de Prensa Cinematográfica—, y la OFCS – Online Film Critics Society, y crítico oficial de Rottentomatoes.com. Integra el staff de las webs de Nintendo Pe, Cinencuentro y Ventana Indiscreta. Maneja el blog de cine Proyectando Ideas desde el 2012. Cofundador de NoEsEnSerie.com y FotografíaCalato.com, y coautor del libro Videogames You Will Never Play, del colectivo Unseen64.