Recuerdo cuando vi “Star Wars: Episodio III – La venganza de los Sith” en el cine hace dos décadas. Tenía catorce años (recién cumplía quince unos meses después) y cuando fui al colegio ese día, el amigo de un amigo me dijo que ya la había visto a la medianoche, feliz, pues, de que me hubiese “ganado” (claramente soy un fan de la saga hace mucho tiempo). Al menos no me arruinó ninguna sorpresa, por lo que esa misma noche fui al cine con mi primo, hicimos nuestra cola (¡no se podían reservar asientos en los cines!), y finalmente, nos deleitamos al ver lo que en esa época creíamos sería la última película de “Star Wars” de la historia.
Ahora bien, como seguramente sabrán si es que han leído mis reflexiones del Episodio I y el Episodio II, siempre he sido un defensor de las precuelas. Son las películas de “Star Wars” con las que crecí, y aunque soy el primero en aceptar que no son perfectas —para nada—, no puedo evitar encontrar algo interesante, casi hipnótico, en ellas. Del visionado en sí en el año 2005 no recuerdo mucho, la verdad, más que una cosa: que la película me gustó bastante. Me gustó más que cualquiera de sus dos predecesoras, y quedé fascinado con la manera en que George Lucas decidió transformar a Anakin Skywalker (Hayden Christensen) en el terrorífico Darth Vader. El círculo se había cerrado; la historia que había comenzado (en desorden) en 1977 por fin había concluido. Y aunque no todos la habían pasado bien con estas películas, al menos parecía que la mayoría estaba disfrutando de este último episodio.

Ahora, así como el Episodio I era representativo de una época de cambios, en la que pasábamos de lo análogo a lo digital; de las películas hechas de forma tradicional, al cine millonario lleno de efectos visuales digitales, el Episodio III, en retrospectiva, se siente mucho más similar al tipo de (buen) blockbuster que podemos ver hoy en día. Los efectos visuales son de calidad más consistente; la cámara de Lucas se mueve más que en “El ataque de los clones”; y la mezcla de acción espectacular con melodrama atractivo convierte a la experiencia en un producto de George Lucas al cien por ciento. “Star Wars: Episodio III – La venganza de los Sith” es reconocible, pues, como Una Película de Lucas, más para bien que para mal.
Y mucho de lo que se quejaban en aquella época todavía, como el exceso de efectos digitales o criaturas sintéticas, ha terminado siendo parte del flujo de trabajo normal de las películas de superhéroes, ciencia ficción o fantasía de hoy. Por ende, por más de que las tres entregas de ls precuelas sean innegablemente influyentes, podría considerarse que “Star Wars: Episodio III – La venganza de los Sith” es la más importante. No solo porque esta más cerca al tipo de cine que se hace ahora, si no también porque terminó por cuajar los procesos que muy rápidamente se convertirían en el estándar de la industria cinematográfica de Estados Unidos. Lucas comenzó la revolución digital con el Episodio II, pero la convirtió en algo utilizable, en algo casi común para cuando llegó al Episodio III.
Todo eso, sin embargo, tiene que ver más con la realización de la película y el contexto en el que salió. ¿Pero qué hay del filme en sí? Hace unos años publiqué mi crítica de “Star Wars: Episodio III – La venganza de los Sith”, y creo que ha envejecido bastante bien (mi crítica… y bueno, la película también). No obstante, ahora que he tenido la oportunidad de verla en el cine por primera vez en veinte años (¡!), me di cuenta de que en verdad la considero como una de las mejores entregas de la saga. Quedé afectado por la secuencia de la Orden 66; me dio pena la forma en que Anakin se fue pasando al Lado Oscuro; y me sacudió la tragedia de la muerte de Padmé (Natalie Portman). Al terminar la proyección, sentí que había logrado ver la película más de cerca que nunca, dándome cuenta de todos sus detalles y momentitos y claro, hasta sus pequeños defectos.

Porque así como “El ataque de los clones” fue grabada en una resolución poco mayor al Full HD con una de las primeras cámaras digitales de cine jamás usadas, “Star Wars: Episodio III – La venganza de los Sith” usó un modelo un poco más moderno, con un mayor rango de color y una mejor resolución. El resultado es impresionante, pero igual se ve ligeramente borroso en una pantalla grande de cine (especialmente si la ven en una Sala XD de Cinemark, por ejemplo). Lucas revolucionó la industria de los efectos visuales con sus precuelas, pero quizás también confió demasiado en cámaras que le daban una imagen que, hoy en día, no cumplen con los estándares de tamaño y claridad de las cadenas de cine. No es un defecto terrible, pero no pude evitar darme cuenta de él.
No obstante, “Star Wars: Episodio III – La venganza de los Sith” está llena de planos hermosos y momentos memorables. Consideren el inicio de la película luego del texto introductorio, con el tilt de cámara hacia abajo que revela una nave de la República frente a un intenso sol, y eventualmente, la Batalla de Coruscant, de los enfrentamientos espaciales más espectaculares que se hayan visto en una película. Pero hay más: Coruscant en sí se ve mejor que nunca, planetas nuevos como Utapau o Mustafar lucen increíbles (y son más originales que cualquiera de los mundos presentados por primera vez en las Secuelas), y la película en general hace un mejor trabajo combinando imágenes virtuales con maquetas o sets reales. Buena parte de Mustafar, por ejemplo, consiste de maquetas de tamaño inmenso, que además hacen uso de fluidos reales que hacen las veces de los ríos de lava.

Al igual que las otras dos precuelas, pues, “Star Wars: Episodio III – La venganza de los Sith” es una película visualmente expresiva, que no busca ser realista en lo absoluto, lo cual muchos fanáticos de la Trilogía Original (comprensiblemente) no llegaron a aceptar. No obstante, si uno la considera bajo sus propios términos, teniendo en cuenta que maneja una estética de colores encendidos, alienígenas caricaturescos y mundos fantásticos, no tendrían por qué pasarla mal con “Star Wars: Episodio III – La venganza de los Sith”. Consideren, si no, la ya mencionada secuencia de la Orden 66, que aparte de ser muy emotiva (en gran parte gracias a la excelente banda sonora del legendario John Williams), nos presenta varios mundos nuevos, como uno que consiste de hongos y flores coloridas y gigantes, o Cato Neimoidia, el planeta del Virrey Gunray, que aparentemente consiste de puentes dorados entre montañas.
Hay mucha imaginación en “Star Wars: Episodio III – La venganza de los Sith”, entonces, y una visión muy clara de cómo era esta Galaxia durante la época de la caída de la República. Pero fuera de eso, lo que tenemos acá es una cinta muy entretenida, que ciertamente maneja un mejor ritmo que su predecesora, llena de escenas breves e intensas. Por algo muchos de los momentos y diálogos del Episodio III han sido convertidos en memes o imágenes de reacción: Obi-Wan diciendo “otro aterrizaje feliz” (luego de casi haber chocado una nave en Coruscant); el mismo Jedi diciéndole “Hello There” al General Grievous (gran personaje, por cierto); Anakin decapitando al Conde Dooku con dos sables de luz; Palpatine, ya convertido en el Emperador, matándose de risa mientras le tira pedazos del Senado a Yoda (porque están destruyendo la República figurativamente y literalmente… ¡qué buena!). Hay de todo, y aunque no todos estos momentos son tomados muy en serio hoy en día, definitivamente resultan memorables.
Hay escenas, incluso, que son muy efectivas a nivel de desarrollo de personaje. Mi favorita es una que carece de diálogo, y que involucra a Anakin y Padmé mirándose de lejos, llorando, en plena puesta de sol en Coruscant. Él está en la habitación del Concejo Jedi, y ella en su departamento. Se extrañan, saben que algo malo está a punto de pasar, están tristes porque tienen que vivir una mentira que en cualquier momento saldrá a la luz; es una mezcla de emociones que es transmitida con realismo tanto por Christensen como por Portman, sin nada de diálogo, utilizando únicamente sus miradas y expresiones faciales. Si hay una escena que debería demostrarle a cualquier hater que Christensen es un buen actor (y lo es), es esta.

Y sí, hay detalles que no terminan de cuajar, o que representan algunas de las idiosincrasias francamente inexplicables de Lucas. En su duelo con Dooku, Palpatine da un volantín caricaturesco, por alguna razón; el grito que Vader pega (“¡NOOOO!”) cuando se entera de la muerte de Padmé es de lo más cursi del mundo, y hacer que Anakin asesine niños (o younglings) aunque sea implícitamente, es algo cuestionable. Nuevamente: ninguna de las precuelas es perfecta, pero el chiste de “Star Wars: Episodio III – La venganza de los Sith” es que el todo, la experiencia en general, es altamente gratificante. Ciertamente ayuda el que sea el final de algo; se siente como una conclusión altamente emotiva, que además le dio a los fans lo que habían estado esperando literalmente por años (el legendario duelo de espadas láser entre Anakin y Obi-Wan, y el nacimiento de Darth Vader).
Y bueno, si son fanáticos de completar cosas, como Vuestro Servidor, el por fin tener una saga completa de seis películas, a la que supuestamente ya no le faltaba nada, era increíblemente satisfactorio. Por más de que hubiese un par de contradicciones pequeñas, en términos generales, el Episodio III empalmaba bastante bien con el Episodio IV (o la película original de “Star Wars”), lo cual hacía que la experiencia de ver la Trilogía Original se enriquezca. Yo sé que no es el caso para todos —hay fans, por supuesto, que consideran que los filmes originales empeoraron debido a las precuelas—, pero para Vuestro Servidor, no había queja alguna respecto a tener la historia de Anakin Skywalker de principio a fin. (Obviamente esto cambió un poco con la salida de las Secuelas, pero esa es otra historia).
En fin. Ver “Star Wars: Episodio III – La venganza de los Sith” en el cine para su 20 aniversario ha sido una experiencia altamente nostálgica y divertida. Me divertí con las escenas memeables y los diálogos que todo el mundo recuerda (para bien y para mal), pero también conecté con la historia, y con el tono serio, melodramático, cursi y hasta excéntrico de la película. A diferencia de otras producciones pseudo épicas, se siente como el producto de una visión singular, que a pesar de ser fallida y por momentos hasta inexplicable, por lo menos es original. No es el producto de ejecutivos pensando solo en hacer plata; es la obra de un cineasta que quizo completar su saga de una forma muy específica, y que duela a quien le duela, lo logró. En todo caso, me encanta que hoy en día no sea el único en defender “Star Wars: Episodio III – La venganza de los Sith”; hoy en día, los que disfrutamos de las precuelas somos varios, como siempre debió ser.
Crítica de Sebastián Zavala Kahn
Comunicador audiovisual y crítico de cine. Bachiller en Comunicación Audiovisual por la PUCP; Maestría en Artes de MetFilm School en Londres; miembro de la APRECI —Asociación de Prensa Cinematográfica—, y la OFCS – Online Film Critics Society, y crítico oficial de Rottentomatoes.com. Integra el staff de las webs de Nintendo Pe, Cinencuentro y Ventana Indiscreta. Maneja el blog de cine SebaZavaReviews desde el 2012. Cofundador de NoEsEnSerie.com y FotografíaCalato.com, y coautor del libro Videogames You Will Never Play, del colectivo Unseen64.