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CRÍTICA: Sube a mi nube – el “bio-pic” de Mónica Santa María

CRÍTICA: Sube a mi nube – el “bio-pic” de Mónica Santa María

Sebastián Zavala Kahn
Sebastián Zavala Kahn

Crítico de cine

Dirigida por Sergio Barrio (hijo de Cusi Barrio, el productor de “Nubeluz”), “Sube a mi nube” es la versión ficcionalizada de una tragedia; no la ficcionalización de la creación de un súper popular programa de televisión para niños, si no más bien la interpretación de la historia de Mónica Santa María (aquí interpretada por Silvana Cañote), una joven que no estaba preparada para la fama o la presión del “show business”, y que a pesar de ser querida por todos y tener incontables fanáticos y fanáticas, se sentía increíblemente sola. Es una historia, pues, que muy fácilmente hubiese podido sentirse explotadora, y que en “Sube a mi nube”, vacila entre cruzar la línea y quedarse detrás de la misma.

Porque por un lado, lo que tenemos acá es un drama dirigido con eficiencia, que maneja un estilo visual atractivo, y que por momentos (no siempre) aprovecha el talento de sus protagonistas. Pero por otro, tenemos una producción que por momentos no sabe cómo percibir a su personaje principal, y que dibuja con trazos muy gruesos a sus figuras secundarias. El producto final no es, pues, un éxito rotundo, pero tampoco es un fracaso de mal gusto. Seguramente aquellos y aquellas que crecieron con “Nubeluz” y sus conductoras encontrarán mucho qué disfrutar acá, y de hecho empatizarán con la historia de Santa María; el resto no nos dejaremos llevar tanto por la nostalgia, y estaremos conscientes de que el filme pudo haber tratado un poco mejor a su protagonista.

Al comenzar la película, vemos cómo Mónica (Cañote) y su compañera, Almendra Gomelsky (Alessa Witchel) acaban de ser informadas que el programa de televisión para el que han ensayado por más de seis meses acaba de ser aprobado para salir al aire. Su productor, el gentil y comprensivo Joaquín (Christian Thorsen) está muy feliz, y el dueño del canal (Javier Delgiudice) está seguro de que el “show”, en la vida real llamado “Nubeluz” y acá conocido como “Sube a mi nube”, será todo un éxito. Y eso es precisamente lo que sucede, parcialmente gracias al trabajo de Almendra, pero más que nada debido al carisma de Mónica, quien además, aparentemente, resulta atractiva para los padres de su público objetivo.

Pero es a través del trabajo de Mónica en el programa, que le exige grabar episodios en vivo, aprenderse coreografías y canciones, y balancear horarios complicados con su vida personal, que nos enteramos que la chica de apenas dieciocho años tiene problemas. Toma pastillas para dormir, sufre de episodios depresivos, y se pone extremamente triste cada vez que una pareja le termina. Las cosas parecen mejorar, sin embargo, cuando se enamora de Tino (Andrés Wiese); al parecer están muy felices, pero incluso dentro de esa felicidad, Mónica no puede evitar sentirse sola, insegura, y por momentos, no querida. Es así que uno se va dando cuenta exactamente cómo es que su vida acabó de manera tan súbita y trágica.

“Sube a mi nube” se lleva a cabo a lo largo de aproximadamente cuatro años, comenzando en 1990, cuando Mónica y Almendra recién comenzaban con el programa, y acabando con la muerte de la primera en 1994. Por ende, al no abarcar demasiado tiempo, la película nunca se siente comprimida, dándole suficiente tiempo de respiro a los momentos más importantes de nuestra protagonista —por ejemplo, solo vemos un par de “flashbacks” a la infancia de Mónica y nada más, lo cual, junto a la casi nula aparición de sus padres, es más que suficiente para entender por qué ella es como es ya de más grande. “Sube a mi nube” toma la decisión acertada de enfocarse en su vida mientras estaba en “Nubeluz”, y de cómo su salud mental fue empeorando debido tanto a sus problemas personales como profesionales.

Porque si hay algo que hace “Sube a mi nube”, es caracterizar a Mónica como una joven de mucha experiencia en el “show business” (se menciona que ha estado trabajando en televisión desde los ocho años), capaz de negociar contratos como nadie más, y muy carismática frente a las cámaras. Pero a pesar de eso, uno nunca deja de notar que la joven “Dalina” no es más que una niña —una chica inmadura que siempre se quiere salir con la suya, manipula a sus seres queridos (especialmente a sus parejas), y se siente increíblemente insegura respecto a sus relaciones amorosas. Ella misma dice en un par de escenas que, por más de tener tanto éxito, se siente increíblemente sola —algo que solo algunos saben, y que no está dispuesta a tratar con ningún profesional de la salud mental.

Esto, por supuesto, puede llevarnos a hacernos distintas preguntas respecto a la memoria de Mónica Santa María, la persona real. ¿Qué tanto la está respetando la película? ¿Qué tanto se asemeja esta caracterización a quien fue en la vida real? ¿Y qué tan justo es que su historia sea percibida así por potencialmente millones de personas? Evidentemente, “Sube a mi nube” es una versión FICCIONALIZADA de hechos reales, pero una que hace uso de nombres verdaderos y situaciones al menos parcialmente ciertas. ¿Era NECESARIO contar esta historia, o mejor hubiese sido dejar a la memoria de Mónica, y por ende su historia, en paz, en el pasado?

Son preguntas, pues, que uno se puede hacer respecto a CUALQUIER “bio-pic”, pero que no por eso son menos válidas en esta ocasión. En todo caso, lo que sí puedo decir es que “Sube a mi nube”, por lo menos, no se siente completamente explotadora —al menos según sus mensajes finales, es una película muy preocupada en el tema de la salud mental, los tabúes que, lamentablemente, todavía existen respecto a ella en nuestro país, y la ayuda que la gente debería intentar buscar. De esa manera trata de justificarse a sí misma, y siendo justos, al haber visto la película, es un mensaje que se siente coherente con la historia que intenta narrar. ¿Hubiesen podido contar una historia completamente ficticia sin sacrificar dicho mensaje? Bueno, también, pero claramente el proyecto no hubiese recibido la misma atención.

Pero me desvío. Fuera de las interrogantes ya planteadas, se nota que los actores y actrices involucrados en “Sube a mi nube” han dado todo de sí. Como Mónica, Silvana Cañote tiene la responsabilidad de interpretar a una persona real, y ADEMÁS de alejarse de ciertos lugares comunes y clichés, para no caer en estereotipos relacionados a gente con problemas de salud mental. En ese sentido, la joven actriz hace un buen trabajo… la mayor parte del tiempo. Su Mónica es una chica compleja, insegura, inmadura y de cambios súbitos de humor, que claramente sufre de depresión y carece de suficientes círculos de confianza y amor, como para poder sobrellevar sus problemas sin estar sola. Es un personaje complejo, y Cañote lo interpreta de forma creíble, por más de que en algunas ocaciones caiga en la sobreactuación. Mientras que el código actoral de sus compañeros es bastante natural, ella en algunas escenas utiliza expresiones faciales exageradas o interpretaciones muy GRANDES de diálogo, lo cual puede chocar o resultar poco convincente.

El reparto secundario, por su parte, no está mal. Alessa Witchel no solo se parece mucho físicamente a Almendra, si no que también la interpreta como un alma gentil; como una buena amiga que quiere estar siempre para Mónica, y a la que incluso no le importa ganar menos que ella (porque no sabe negociar tan bien sus contratos) o aparecer menos en pantalla. Como Joaquín, Christian Thorsen se convierte en la única figura paterna de Mónica —alguien en quien puede confiar, y con quien habla por teléfono cada vez que tienes problemas amorosos. Y Javier Delgiudice resalta como el dueño del canal de televisión, un tipo al que le importa el bienestar de sus estrellas, pero no tanto como el bienestar del “show” que tanto éxito y dinero le ha traído. Son personajes arquetípicos y en algunos casos algo planos, pero en general, bien interpretados.

Por otro lado, la dirección de Sergio Barrio maneja una factura técnica correcta, haciendo uso de cámaras en mano y movimientos bien planteados, para otorgarle una sensación de inmediatez palpable a la historia. Solo noté un par de momentos de calidad audiovisual dudosa (como cierto movimiento de cámara extremadamente torpe en una breve escena de biblioteca), los cuales no ayudan a arruinar la experiencia. Y para recrear la Lima de los años 90, Barrio y su equipo utilizan toda suerte de recursos, desde el vestuario adecuado para dicha época, hasta vehículos, locaciones como el Coliseo Amauta, las canciones más famosas del programa “Nubeluz”, y técnicas como planos de poca distancia focal, donde los fondos muy desenfocados pueden esconder elementos anacrónicos propios de la Lima contemporánea. El único elemento de recreación que me fastidió fue la camioneta que Mónica le regala a su padre —una Subaru que estoy muy seguro es de los años 2000, y que definitivamente no existía en la época de “Nubeluz”.

“Sube a mi nube” termina siendo, pues, un esfuerzo interesante por traer una historia real —triste, trágica— a la pantalla grande. Fuera de las preguntas que uno se puede hacer respecto a su carácter explotador (o no-explotador), la película está bien hecha, luciendo una correcta factura técnica (cuenta con un par de planos bastante atractivos), aprovechando bien a su reparto, y desarrollando su historia sin caer mucho en el melodrama. No es un producto perfecto, claramente, y me animaría a decir que pudo ser más emotivo sin llegar a ser explotador, pero dentro de todo, debería convencer (al menos parcialmente) tanto a los fanáticos y fanáticas de “Nubeluz”, como a los curiosos. “Sube a mi nube” pudo ser mejor, sí, pero tampoco es que me arrepienta del todo de haberme subido a la nube.

Crítica de Sebastián Zavala Kahn

Comunicador audiovisual y crítico de cine. Bachiller en Comunicación Audiovisual por la PUCP; Maestría en Artes de MetFilm School en Londres; miembro de la APRECI —Asociación de Prensa Cinematográfica—, y la OFCS – Online Film Critics Society, y crítico oficial de Rottentomatoes.com. Integra el staff de las webs de Nintendo Pe, Cinencuentro y Ventana Indiscreta. Maneja el blog de cine Proyectando Ideas desde el 2012. Cofundador de NoEsEnSerie.com y FotografíaCalato.com, y coautor del libro Videogames You Will Never Play, del colectivo Unseen64.