“Napoleón”, la más reciente producción del gran cineasta británico Ridley Scott (“Alien”, “Blade Runner”, “Gladiador”, “La casa de Gucci”), no está en lo absoluto interesada en la precisión histórica. El mismísimo Scott se ha encargado de decirlo, y los críticos franceses ciertamente también lo han manifestado (y no están muy felices por ello). Lo cual, siendo honestos, es válido —después de todo, “Napoleón” es una obra de ficción, BASADA en una historia real; no un documental. No obstante, cuando se presenta un filme como algo basado en hechos reales, TAMBIÉN es válido esperar que se parezca, aunque sea, a lo que sucedió de verdad, por más de que algunos detalles sean omitidos o cambiados.
¿Qué quiero decir con esto? Pues que nadie debería considerar a “Napoleón” como una lección de historia. Y mucho menos deberían basar su percepción del famoso general francés en la interpretación de Joaquin Phoenix, bajo la dirección de Scott. Quizás podría servir como un punto de partida para que se animen a leer o investigar más sobre la figura histórica; de hecho, me encanta cuando un filme ayuda a generar más interés en hechos o personajes de la vida real. Pero como bien dice el dicho: nunca dejes que la realidad se ponga en el camino de una buena historia. Y parece que esa ha sido la filosofía principal de Scott a la hora de dirigir “Napoleón”: un filme que quizás no sea muy preciso a nivel histórico, pero que felizmente funciona bastante bien como una pieza de ficción.
La película comienza a finales del siglo dieciocho, con Napoleón Bonaparte (Phoenix) siendo testigo de la ejecución de Maria Antonieta como culminación de la Revolución Francesa. Luego de aquel evento, el general se convierte en uno de los principales defensores de la República, dirigiendo una serie de victorias en contra de los enemigos de Francia. Es así que somos testigos del ascenso de Napoleón dentro del ejército francés, mientras se enamora y eventualmente casa con Josefina (Vanessa Kirby), con quien mantiene una relación tóxica de obsesión. “Napoleón” se concentra, pues, tanto en la vida militar como en la vida personal de Bonaparte, y su relación con el éxito, la violencia, y su obsesión tanto con su esposa, como con el patriotismo.
No resulta difícil darse cuenta de por qué los franceses no son fanáticos de “Napoleón”. Se trata de un filme que presenta al personaje del título como un genio de la estrategia militar, sí, pero también como un hombre obsesionado por una mujer, con tendencias a hacer berrinches, tener interacciones incómodas con extraños, e ignorar a quienes considera como inferiores. Mucha de la grandeza con la que la gente relaciona a Napoleón está ausente en la película —especialmente considerando que no incluye muchas de sus victorias militares, más bien favoreciendo escenas románticas o de conflicto sexual con Josefina. Me imagino, pues, que a muchos fanáticos de la historia y críticos franceses no les hico gracia ver DOS escenas de sexo en las que Napoleón no es representado como el mejor de los amantes, precisamente.
Sin embargo, en el contexto que Scott ha logrado desarrollar, todos estos elementos ya mencionados logran pintar a Napoleón como un hombre complicado, con el que, curiosamente, no resulta difícil empatizar. Sí, es el tipo de hombre que cree que el fin justifica los medios, y que está tan obsesionado con una supuesta paz en Europa, que sería capaz de matar a millones de personas para obtenerla (y de hecho lo hizo). Pero en su vida personal, es presentado de forma tan patética y hasta desesperada, que uno termina entendiendo a esta versión de Napoleón como alguien con una relación complicada con las mujeres (tanto su madre como Josefina). Es casi como un adolescente; nuevamente, algo que seguramente no le hizo mucha gracia al público francés.
Eso sí, vale la pena mencionar que, a pesar de que las escenas de conflicto personal resultan fascinantes por cómo han sido escritas y, por supuesto, gracias a la dirección de Scott, desgraciadamente la química entre Phoenix y Kirby no es la mejor. Se supone que su relación está llena de pasión —más por parte de él que de ella—, y que la obsesión y el amor-odio son un componente importante de su romance. Sin embargo, nada de eso se transmite a través de las interacciones entre ambos actores; los dos dan actuaciones individuales bastante buenas, pero cuando están juntos, simplemente falta ese “je ne se quoi” que haría que el romance central termine por funcionar. Uno admira lo que Scott intentó hacer con ellos, pero desgraciadamente, no llega a SENTIRLO.
Fuera de eso, “Napoleón” hace un excelente trabajo recreando las diferentes batallas en las que se vio involucrado Bonaparte, desde la Invasión de Rusia —incluyendo una trifulca sobre el hielo, y el incendio de Moscú— hasta, por supuesto, la infame Batalla de Waterloo. El filme le permite a Scott lucirse como un director de acción, presentándonos estas secuencias de violencia de manera cruenta, sin alejarse de la sangre o el gore para hacernos sentir lo horrible que es la guerra. Y en general, “Napoleón” es una cinta que luce muy bien, aprovechando el presupuesto que Apple le dio a Scott para incluir escenas en locaciones reales impresionantes, sets enormes, y con cientos o hasta miles de extras en pantalla. La película se siente como una producción épica casi “retro”, de gran envergadura y mayor escala.
Como se dio a entender líneas arriba, Phoenix no está mal como Napoleón, interpretándolo como un hombre que se dedicó al arte de la guerra, pensando siempre en una supuesta paz que parecía estar cada vez más lejos de su realidad. Algunos han manifestado que Phoenix no fue la elección correcta para interpretar a Napoleón, y aunque si uno considera únicamente al personaje histórico probablemente eso sea cierto, me parece que el actor de “Joker”, más bien, fue la elección perfecta para ESTA versión de Napoleón. Por su parte, Vanessa Kirby interpreta a Josefina como una mujer sensual, ambiciosa y hasta ligeramente manipuladora. Y del reparto secundario, destacan Ben Miles (“Coupling”, “Andor”) como uno de los consejeros de Bonaparte, Paul Rhys (“Saltburn”) como Talleyrand, y el gran Rupert Everett (siempre da gusto verlo en una película nueva) como el Duque de Wellington.
“Napoleón” es una película fascinante; una suerte de resumen de los grandes éxitos y notables fracasos del famoso comandante militar y eventual Emperador de Francia que, curiosamente, no parece estar muy interesado en la rigurosidad histórica. Más bien, lo que Scott ha hecho con esta película es desarrollar una narrativa más ficticia que históricamente precisa, en la que interpreta a Napoleón como un hombre brillante pero inseguro; ambicioso, pero dependiente y hasta obsesionado con su esposa. Visualmente es una experiencia magnífica, y las actuaciones son todas de buen nivel, pero a la vez, entiendo perfectamente por qué algunos no disfrutarían de “Napoleón”. Si se animan a verla, sugiero que se olviden de sus imprecisiones históricas, y la consideren como una versión extremadamente ficcionalizada de lo que pasó en la vida real. De esa manera, seguramente la pasarán bien con “Napoleón”.
Crítica de Sebastián Zavala Kahn
Comunicador audiovisual y crítico de cine. Bachiller en Comunicación Audiovisual por la PUCP; Maestría en Artes de MetFilm School en Londres; miembro de la APRECI —Asociación de Prensa Cinematográfica—, y la OFCS – Online Film Critics Society, y crítico oficial de Rottentomatoes.com. Integra el staff de las webs de Nintendo Pe, Cinencuentro y Ventana Indiscreta. Maneja el blog de cine Proyectando Ideas desde el 2012. Cofundador de NoEsEnSerie.com y FotografíaCalato.com, y coautor del libro Videogames You Will Never Play, del colectivo Unseen64.