Y así llegamos al final del Universo Extendido de DC, no con un desenlace digno y explosivo, si no más bien… de forma anticlimática. “Aquaman y el Reino Perdido”, la última entrega de este universo fallido, inconsistente y lleno de potencial, no es solamente una decepción en comparación a su predecesor inmediato, si no también la peor película en la filmografía del australiano James Wan. No obstante, no le hecho la culpa de este fracaso a dicho cineasta —no hay nada en su trabajo previo que indique podría ser responsable de un filme de este tipo, y de hecho, “Aquaman y el Reino Perdido” se siente como un producto cortado y recortado en la post, no por su director, si no más bien por un estudio que al parecer ya se olvidó de como hacer películas.
Lo cual es una pena porque, sin llegar a ser una obra maestra, la primera “Aquaman” contaba con varios elementos rescatables —desde un sólido trabajo de casting hasta, por supuesto, el llamativo estilo de dirección de Wan, quien no tuvo miedo de ponerse raro con aquella producción. Eso último, desgraciadamente, brilla por su ausencia en “Aquaman y el Reino Perdido”. Lo que tenemos acá es una secuela que se muere de miedo de arriesgarse, y que más bien nos entrega más de lo mismo, solo que más grande y más soso; más explosiones, más efectos visuales digitales de (muy) variable calidad, y más peleas repetitivas. El resultado final, como se ha dicho ya, es increíblemente cansador y decepcionante.
Al comenzar la película, vemos como Arthur Curry / Aquaman (Jason Momoa) tiene problemas con su nuevo trabajo: gobernar el reino submarino de Atlántida. No se lleva bien con un Concejo que le impide llevar a cabo todas sus ideas, y además le tiene que dedicar tiempo adicional al bebé que ha tenido con Mera (Amber Heard, con un rol muy reducido), Arthur Jr. Además, está de duelo debido a la muerte (fuera de pantalla) de Vulco (Willem Dafoe).
Las cosas se tornan incluso más complicadas, sin embargo, cuando su viejo enemigo, Black Manta (Yahya Abdul-Mateen II) encuentra el Tridente Negro, el cual lo vincula al espíritu de un antiguo rey submarino, que lo posee y lo convence de vengarse de Arthur. Para ello, comienza a robar un antiguo combustible de varias bóvedas secretas el cual, al usarlo, contamina los mares y sube la temperatura del planeta. Preocupado tanto por la Tierra como por la seguridad de su familia, Arthur decide aliarse con su hermano venido a menos, el ex rey Orm (Patrick Wilson), para acabar con Black Manta. Esto resulta en un filme que se siente tanto como una aventura submarina llena de efectos visuales digitales, como una suerte de “buddycop” con Arthur y Orm.
La idea de emparejar a Aquaman y su hermano no es mala, de hecho. El problema es que, en este caso, resulta en una experiencia previsible, la cual PRETENDE ser graciosa, sin llegar a serlo verdaderamente. De hecho, Wan y su equipo, por alguna razón, deciden incluir varios momentos de “humor” grotesco en “Aquaman y el Reino Perdido”, los cuales no le arrancaron ni media sonrisa a ningún miembro del público en mi función —tenemos desde un bebé orinando en la boca de Arthur, hasta Orm comiendo cucarachas (¡!), y cangrejos humanoides siendo desmembrados. Es todo muy exagerado y carente de gracia, o mejor dicho, todo lo opuesto a lo que Wan hizo con el filme anterior.
Lo cual es una pena, porque muy de vez en cuando, uno puede ver destellos del tan marcado estilo de Wan que se lució en la primera “Aquaman”. Está su utilización de lentes angulares en ciertos momentos, un plano secuencia poco vistoso en el interior de una base enemiga, y una batalla final que pretende ser igual de enérgica que el enfrentamiento climático de la primera cinta… pero que falla en el intento. De hecho, lo que más me llamó la atención de “Aquaman y el Reino Perdido” es su falta de aguante; mientras que su predecesora incluyó todas las situaciones, criaturas, personajes e imágenes alocadas que pudo (desde un pulpo gigante que tocaba los tambores, hasta criaturas venidas directamente de un filme de terror), esta secuela se queda a medias. Es casi como si se hubieran quedado sin ideas a medio camino, lo cual resulta en una película considerablemente inferior a la anterior.
Al menos los actores hacen lo que pueden con el material que se les ha dado. Jason Momoa sigue siendo muy carismático como Arthur / Aquaman —incluso durante los momentos de supuesto humor. Patrick Wilson, por su parte, destaca como Orm, esta vez interpretándolo como alguien que tiene que aprender a encontrar su propia humanidad, considerado que podría valer la pena conocer bien a los humanos que tanto detesta. De hecho, “Aquaman y el Reino Perdido” se podría considerar como la historia de redención de Orm, lo cual no está del todo mal. Por otro lado, Nicole Kidman tiene poco qué hacer, Yahya Abdul-Mateen II está desperdiciado como un villano estereotípico (que además pasa casi toda la película “poseído”), Pilou Asbaek no tiene más que un “cameo”, Temuera Morrison está de vuelta como el padre de Arthur, Amber Heard tiene pocas escenas y menos líneas de diálogo (para sorpresa de nadie), y John Rhys-Davis le otorga a su voz a un crustáceo humanoide. Debo decir que ver a un cangrejo que camina en dos patas y tiene la voz del enano Gimli me resultó entretenido.
Visualmente, “Aquaman y el Reino Perdido” es una melcocha inconsistente. Algunos planos lucen bastante bien, pero hay que admitir que la mayoría parecen más como algo extraído de un videojuego, que como algo que merece ser visto en una pantalla de cine. El primer “Aquaman” no era el filme más verosímil del mundo, pero mucho compensaba con puro estilo, un excelente uso del color, y buenos diseños tanto para sus personajes como para el mundo de Atlántida. Mucho de eso, desgraciadamente, se ha perdido en esta segunda parte, la cual está llena de planos de chroma mal compuestos, criaturas digitales horripilantes, y dobles sintéticos demasiado evidentes. Espero que los incontables artistas de VFX que estuvieron involucrados en este proyecto hayan sido bien remunerados (y no explotados) por sus esfuerzos, al menos.
En fin. “Aquaman y el Reino Perdido” no es la peor película de superhéroes que jamás haya visto. Es más, ni siquiera es la única producción mala del género que vi este año; es igual de decepcionante, de hecho, que la tercera película de “Ant-man”. Pero lo que sí da pena es que el Universo Extendido de DC haya culminado con un producto tan manoseado, que claramente ha sido modificado mil veces en la post —recuerden, si no, que se había anunciado que el Batman de Michael Keaton iba a aparecer acá, para luego ser reemplazado por el de Ben Affleck, para que al final ninguno de los dos salga en el corte final. Espero, pues, que James Wan ahora pueda regresar a lo que de verdad le gusta (¿quizás una película de terror?) y se aleje, al menos por el momento, de esta clase de mega-blockbusters. Seguro que con “Aquaman y el Reino Perdido” ha quedado bien curado de este tipo de experiencias.
NOTA: “Aquaman y el Reino Perdido” cuenta con una sola escena post-créditos. Es totalmente inconsecuente (nada sorprendente, considerando que esta película no debería conectar con ninguna otra producción futura).
Crítica de Sebastián Zavala Kahn
Comunicador audiovisual y crítico de cine. Bachiller en Comunicación Audiovisual por la PUCP; Maestría en Artes de MetFilm School en Londres; miembro de la APRECI —Asociación de Prensa Cinematográfica—, y la OFCS – Online Film Critics Society, y crítico oficial de Rottentomatoes.com. Integra el staff de las webs de Nintendo Pe, Cinencuentro y Ventana Indiscreta. Maneja el blog de cine Proyectando Ideas desde el 2012. Cofundador de NoEsEnSerie.com y FotografíaCalato.com, y coautor del libro Videogames You Will Never Play, del colectivo Unseen64.