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CRÍTICA: Ghost in the Shell (1995) – un absoluto clásico del cyberpunk

CRÍTICA: Ghost in the Shell (1995) – un absoluto clásico del cyberpunk

Sebastian Zavala Kahn

Crítico de cine

No hay duda de que Ghost in the Shell, de Mamoru Oshii, es una de las películas de anime más influyentes de la historia. Si no, pregúntenle a las Wachowski —las similitudes entre esta obra y Matrix son tan obvias, que sus creadores no tuvieron más opción que admitir lo mucho que este largometraje animado las inspiró. Oscuro, emocionante y muy inteligente, el filme cuenta una interesante historia de ciencia ficción al más puro estilo cyber-punk, entregándonos momentos visualmente impresionantes y personajes que se han vuelto parte de la cultura popular en más de un país alrededor del mundo.

Ghost in the Shell se desarrolla en el año 2029, en una ciudad sin nombre. En este futuro cercano, los humanos coexisten con los cyborgs; de hecho, las mejoras robóticas son muy aceptadas, tanto así que la mayoría de la población de esta ciudad cuenta con algún tipo de componente sintético. Nuestra protagonista es la Mayor Motoko Kusanagi (voz de Atsuko Tanaka), una agente de la Sección 9 cuya misión es encontrar al Pupper Master (Iemasa Kayumi), un cíber delincuente que está modificando las almas (o fantasmas) de varias personas para controlarlos y cometer una serie de crímenes. Para ello, recibirá la ayuda de su compañero, el intimidante pero empático Batou ( Akio Ôtsuka).

Como ya muchos deben saber, al igual que muchos otros animes, Ghost in the Shell no es una película animada infantil o familiar en lo absoluto. La película está llena de violencia explícita, desnudos y temas complejos, lo cual la convierten en una historia que puede ser disfrutada a sobremanera por adultos, de la misma manera que disfrutarían de un filme de acción en vivo. El tono que Oshii maneja es casi hiptonizante —mezcla lo onírico, lo visual, lo poético (consideren la escena en donde Kusanagi observa la ciudad a su alrededor desde un bote) con lo violento, lo chocante y hasta lo sexy. Esto le otorga un estilo muy particular a la cinta; se toma en serio, pero nunca trata de ser 100% realista, más bien manejando cierto grado de estilización.

No obstante, muchos podrían llegar hasta a ofenderse por la manera en que Kusanagi es sexualizada. Como personaje, se trata de alguien fascinante —una mujer casi 100% sintética (lo único orgánico que todavía tiene es el cerebro) que cada vez más comienza a cuestionar su propia existencia. Si su cuerpo es cibernético, ¿cómo es que puede considerarse humana? ¿Debería ser tratada como tal? ¿Y tendrá todavía un alma, o solo una sensación de ella? Son preguntas fascinantes que no son necesariamente respondidas por el filme, pero que le otorgan cierto grado de profundidad inesperada a la trama. Ghost in the Shell tiene mucho qué decir sobre la naturaleza de la humanidad, de lo que significa estar vivo.

Pero regresemos a la sexualización de Kusanagi. Me pareció interesante cómo Oshii decidió retratar a un personaje torturado, fuerte y decidido de manera sexy. ¿Realmente era necesario tenerla topless con tanta frecuencia? ¿Realmente tenían que incluir primeros planos de su trasero o sus senos en la escena de su “nacimiento”? Podría argumentarse que el hecho de que no le importe desnudarse con frecuencia demuestra lo deshumanizada que se siente —las reacciones de Batou a sus frecuentes cambios de ropa son divertidas—, pero la manera en que Oshii nos muestra estos momentos se sienten explotadores, gratuitos. El hecho de que el remake con Scarlett Johansson no vaya a contar con estos desnudos (su traje de camuflaje es igual de apretado pero más recatado) no me molesta en lo absoluto —no son vitales para la trama.

Adicionalmente, la película tiende a lanzar diálogo expositivo a través de Batou, lo cual después de un momento resulta algo repetitivo. Pero se trata de un detalle que no termina por malograr la experiencia en general —los temas manejados por el guión son tan fascinantes, que muchas escenas de conversación entre personajes resultan más interesantes, incluso, que las secuencias de más acción o violencia. Consideren, por ejemplo, el diálogo entre Batou y la Mayor en un bote después de que esta última se fue a bucear. Le otorga mucha humanidad a ambos personajes, y transforma a una Kusanagi fría y algo robótica (heh) en alguien con quien es más fácil identificarse.

Ghost in the Shell está bellamente animada. El look tipo cyber-punk, mezclado con tomas épicas de la ciudad estilo Blade Runner, le otorgan mucho estilo y, más importante, mucha atmósfera a la película. Los movimientos de los personajes son suaves, creíbles (y detalles como el que Kusanagi casi no parpadee, me encantaron), y muchos planos —como el de Kusanagi despertándose en su departamento y moviéndose en silueta— están tan estilizados, que resulta casi imposible no enamorarse del filme. El hecho de que el remake vaya a manejar una estética más colorida, menos discreta, me intriga —al menos logrará diferenciarse de lo propuesto por Oshii en esta película.

El uso del sonido es, también, muy efectivo. Muchas escenas carecen de una banda sonora tradicional —en ellas, todo lo que podemos escuchar es el diálogo y los efectos de sonido. Este silencio tan oprimente, tan presente, contribuye a una palpable sensación de perturbación y suspenso que está presente a lo largo de la película. Pero cuando Oshii hace uso de la música, funciona muy bien —consideren el tema principal, hipnotizante y encantador gracias al uso de un coro en japonés arcaico e instrumentación minimalista.

Ghost in the Shell es una excelente historia de ciencia ficción con mucho qué decir sobre la naturaleza humana —sobre la existencia de nuestras almas, y sobre las diferencias entre vidas “reales” e inteligencias artificiales. Ha influenciado estéticamente a muchas producciones posteriores —como en Matrix, aquí los personajes pueden conectar cables a la parte posterior de sus cabezas, y hasta tenemos planos con código verde pasando por la pantalla—, y tantos años después de su estreno, todavía luce espectacular. Fue toda una experiencia el poder verla, por primera vez, en la pantalla grande. Ahora solo espero que el remake con actores de carne y hueso no vaya a decepcionar. La valla está alta.

Crítica de Sebastián Zavala Kahn

Comunicador audiovisual y crítico de cine. Bachiller en Comunicación Audiovisual por la PUCP; Maestría en Artes de MetFilm School en Londres; miembro de la APRECI —Asociación de Prensa Cinematográfica—, y la OFCS – Online Film Critics Society, y crítico oficial de Rottentomatoes.com. Integra el staff de las webs de Nintendo Pe, Cinencuentro y Ventana Indiscreta. Maneja el blog de cine SebaZavaReviews desde el 2012. Cofundador de NoEsEnSerie.com y FotografíaCalato.com, y coautor del libro Videogames You Will Never Play, del colectivo Unseen64.