El historial de Hollywood a la hora de adaptar anime a la pantalla grande, con presupuestos envidiables y actores de carne y hueso, es bastante patético. Hemos tenido desde producciones coloridas, exageradas e irregulares como Meteoro, de las Wachowski, hasta bodrios como Dragonball Evolution, el cual no tenía la más mínima idea de lo que hacía tan popular a la serie original.
Es por ello que uno podría ir a ver Ghost in the Shell (o como han decidido llamarla en nuestro país, La Vigilante del Futuro; no pudieron haber elegido un título más genérico) con cierta vacilación. Tampoco ayuda la controversia que ha rodeado al filme —principalmente en los Estados Unidos— debido a la elección de Scarlett Johansson como un personaje que, mucha gente asumía, se supone era asiático. Esto, combinado con el status casi legendario de la película original, hace del trabajo del director Rupert Sanders (Blancanieves y el Cazador) algo poco envidiable.
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Y sin embargo, a pesar de todo lo que tenía en contra, terminó haciendo un trabajo decente. Ghost in the Shell (lo siento, me niego a llamarla La Vigilante del Futuro; hasta en España acertaron, llamándola El Fantasma de la Máquina) es la mejor adaptación de un anime a la acción en vivo por parte de los norteamericanos hasta ahora. Visualmente espectacular, emotiva, bien actuada y muy emocionante, no llega a superar a su fuente de inspiración, pero tampoco se siente como una falta de respeto. Se nota que Sanders y compañía querían hacer la mejor película posible, siéndole fiel al anime, su secuela, y el espíritu de la historia.
Scarlett Johansson interpreta a Major, una mujer que, luego de sufrir un accidente, se convierte en el primer caso exitoso de un transplante de cerebro en un cuerpo sintético. Su exterior (o cáscara) es totalmente artificial, pero ella sigue siendo humana; sigue teniendo un espíritu, o fantasma (ahora ya entienden el título original). Luego de una secuencia de créditos iniciales muy fiel al anime, la película se adelanta un año, presentando a Major trabajando como parte de un escuadrón antiterrorista del gobierno junto con su compañero, Batou (Pilou Asbaek) y bajo las órdenes de Amaraki (“Beat” Takeshi Kitano). Su misión es encontrar a un supuesto terrorista llamado Kuze (Michael Carmen Pitt), quien terminará alternado lo que Major sabía sobre su pasado, y lo que pensaba hacer a futuro.
Tal y como demostró en Blancanieves y el cazador, Rupert Sanders es un director muy visual, y esto también se hace evidente en Ghost in the Shell. La película es verdaderamente bella, logrando desarrollar un mundo palpable y fantástico, pero también creíble. Se trata de una visión futurista muy al estilo de Blade Runner (las influencias se hacen más evidentes en los planos aéreos de la ciudad), pero algo más colorida y exagerada. Los efectos visuales complementan muy bien al diseño de producción de alta calidad, y es tal el respeto que Sanders le tiene a su fuente de inspiración, que incluso calca algunos planos del anime original, como convirtiendo lo animado en algo real. (También incluye a un Basset Hound).
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No obstante, Ghost in the Shell no sería nada más que una experiencia vacía y superficial si todo lo que tuviese que ofrecer fuesen encuadres bonitos, pero felizmente ese no es el caso. Muchos de los temas propuestos por el filme de Mamoru Oshii de 1995 han quedado intactos acá, e incluso un par han sido expandidos. Mucho más que en la película animada, la búsqueda de la Major de Johansson es una de identidad, de saber si es que sigue siendo humana o no. Me gustó, también, la manera en que conceptos como el consentimiento (o la ilusión de este) fueron insertados en la trama —se trata, pues, de una serie de temas que no podrían ser más relevantes hoy en día, y que uno no suele ver en blockbusters millonarios de este tipo. Felizmente, Sanders y compañía no simplificaron —demasiado— su guión para que sea más digerible.
Digo “demasiado” porque, siendo honestos, y al final del día, estamos hablando de una película de ciencia ficción y acción, por lo que en algunos momentos, el principal objetivo de Ghost in the Shell parecer ser más causar tensión o suspenso a través de grandes secuencias de acción, que estimular el intelecto de su público. Felizmente dichas escenas están expertamente coreografiadas, y efectivamente logran desarrollar tensión y emoción —quizás yo hubiese balanceado mejor la inteligencia del guión con los elementos más tradicionales de Hollywood (como los balazos y las explosiones), pero al final de cuentas, tampoco puedo decir que Sanders lo haya hecho mal.
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Un par de giros en la trama durante el tercer acto de Ghost in the Shell tratan de justificar la apariencia caucásica de Major, y hasta cierto punto funcionan, a pesar de que podrían ser consideradas más como excusas por parte de Sanders y compañía por algunos miembros del público. Más no puedo decir sobre el casting de Johansson —al público japonés no parece molestarle, pero a la vez es cierto que Hollywood necesita darle más oportunidades a actores de ascendencia asiática, quienes son vistos en roles de este tipo con poca frecuencia.
Habiendo dicho eso, y a pesar de que el trabajo de Johansson no es malo, tampoco puedo decir que me terminó de convencer la manera en que caracterizó a su personaje. Su manera de andar, al estilo boxeador, siempre para adelante y con la cabeza gacha, simplemente se veía rara, y aunque, al igual que en el anime, se supone que Major no debe expresar demasiado y debe ser más sutil con sus emociones, sí me parece que Johansson fue demasiado minimalista con sus expresiones en algunas escenas. Logró hacer algo parecido, pero de mucha mejor manera, en Lucy, por ejemplo.
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A los actores secundarios les va mejor. Pilou Asbaek (Game of Thrones, la increíble Corazón Silencioso) es divertido e intenso como Batou, y “Beat” Takeshi Kitano (actor, director y comediante japonés de reputación legendaria) interpreta al jefe de nuestros protagonistas con seriedad y carisma, protagonizado una memorable (pero breve) secuencia de acción. El villano de Michael Pitt no es particularmente intimidante, pero esto se compensa durante el tercer acto, donde es humanizado por el guión, dándole una dimensión adicional que, hasta cierto punto, no me esperaba. A diferencia del blockbuster promedio, Ghost in the Shell no trata, todo el tiempo, sobre héroes y villanos, ni se puede dividir en blanco y negro.
Ghost in the Shell es una efectiva historia de ciencia ficción que tiene mucho qué decir sobre la identidad, el consentimiento, y los que nos hace humanos, diferenciándonos de las máquinas y los robots. El trabajo de Johansson no es malo, necesariamente, pero no le da un plus a la película, como estoy seguro sus productores esperaban, y a veces el foco del guión parece estar más en la acción que en la trama o el contenido temático. Al final del día, sin embargo, lo positivo supera a lo negativo, por lo que recomiendo ver Ghost in the Shell en el cine. Tanto los fanáticos del anime como aquellos que sepan poco o nada de su fuente de inspiración serán capaces de disfrutarla.
Crítica de Sebastián Zavala Kahn
Comunicador audiovisual y crítico de cine. Bachiller en Comunicación Audiovisual por la PUCP; Maestría en Artes de MetFilm School en Londres; miembro de la APRECI —Asociación de Prensa Cinematográfica—, y la OFCS – Online Film Critics Society, y crítico oficial de Rottentomatoes.com. Integra el staff de las webs de Nintendo Pe, Cinencuentro y Ventana Indiscreta. Maneja el blog de cine SebaZavaReviews desde el 2012. Cofundador de NoEsEnSerie.com y FotografíaCalato.com, y coautor del libro Videogames You Will Never Play, del colectivo Unseen64.