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CRÍTICA: Ekaj – buscando un propósito

CRÍTICA: Ekaj – buscando un propósito

Sebastian Zavala Kahn

Crítico de cine

Muchas películas en años recientes han sido descritas como “oscuras” o “fieles a la realidad” pero, a menos de que se trate de un documental, esta clase de adjetivos no terminan siendo nada más que hipérboles. Felizmente, ese no es el caso de “Ekaj”, de Cati y Michael González, un filme ligeramente deprimente, pero a la vez, dulce y crudo. Se trata de un fascinante vistazo a la vida de alguien que está buscando un propósito, una suerte de aceptación y un rol concreto en la sociedad. Sí, es ficción, pero depende tanto de las experiencias reales de sus actores primerizos, que a veces se siente como un documental. “Ekaj” es el tipo de película que rara vez se proyecta en los grandes cines, pero que podría —y debería— encontrar un público, a pesar de sus limitaciones comerciales.

La película cuenta la historia de Ekaj (Jake Mestre), lógicamente, un joven que, junto su amigo Mecca (el artista conceptual Badd Idea) camina por las calles de Nueva York, buscando amistades, y el tipo de amor —o al menos cariño— que nunca recibió en casa cuando era más joven. Es a través de esta historia —aunque, siendo honesto, la trama en sí es bastante simple—, que Cati González decide explorar muchos de los problemas que los jóvenes miembros de la comunidad LGBTIQ en los Estados Unidos están sufriendo hoy en día, muchos de ellos relacionados a su identidad de género, la adicción a las drogas, enfermedades mentales, suicidio, e incluso el Sida.

Lo cual no quiere decir que la cinta deje mal paradas a estas personas. De hecho, nunca llega a juzgar a sus personajes, si no que más bien nos muestra en qué consisten sus vidas: parece que no tienen objetivo alguno, pero no porque carezcan de aspiraciones, ambiciones o ideas, si no porque viven en un mundo que no sabe qué hacer con ellos. En el caso de Ekaj, fue maltratado por un padre machista y violento, que simplemente no podía aceptar el que su hijo no fuese heterosexual. Por un par de momentos, este tipo de revelaciones pueden sentirse predecibles o hasta estereotípicas, pero todo se siente tan real y honesto, que uno no puede evitar empatizar con Ekaj, sabiendo que este tipo de crianzas realmente se llevan a cabo en las comunidades latinas de los Estados Unidos.

De hecho, a pesar de que no vivo en Nueva York o Nueva Jersey, y aunque soy un hombre heterosexual, al ser un crítico latino, sí reconozco la mayor parte del contexto y situaciones que la película decide presentar. Perú todavía es una sociedad conservadora, en donde los miembros de la comunidad LGBTIQ recién están comenzando a ser aceptados. El matrimonio homosexual no es legal aquí —al menos todavía—, y tenemos varios grupos políticos y sociales, así como familias enteras, que consideran a la gente no heterosexual (o cualquiera que se atreva a ser diferente, en realidad) como aberraciones. Estoy seguro que la historia de Ekaj podría ser trasladada a Lima —o cualquier otra ciudad grande de Peru—, y desgraciadamente, sus problemas no cambiarían demasiado. Todavía hay mucho trabajo por hacer en favor de la comunidad LGBTIQ en América… pero me desvío un poco del tema.

A nivel temático, “Ekaj” es una propuesta bastante rica, transmitiendo de manera muy natural las preguntas que alguien como el protagonista podría tener en relación a su identidad y propósito. La identidad de género es un tema muy importante en el filme, así como su rol en la sociedad, el cual se ve reflejado en las decisiones que Ekaj toma a lo largo de la historia. Lamentablemente, muchas de ellas lo llevan por un camino oscuro, lleno de tristeza y arrepentimiento. No puedo decir que el ver “Ekaj” sea una experiencia feliz —mientras más conectas con los personajes y su travesía sin rumbo, más te afecta a nivel emocional—, pero si deciden hacerlo, estoy seguro que se quedarán con mucho

Además, el filme tiene mucho qué decir sobre el aumento de gente joven con Sida hoy en día, pero prefiere hacerlo de manera muy sutil. Los personajes nunca discuten este problema de manera explícita, pero uno sabe que están batallando contra algo todos los días, a pesar de que no los están matando, necesariamente. Es una amenaza silente y deprimentemente casual, una lucha persistente que hace que dependan demasiado de pastillas que no pueden pagar, y que los hace sentir incluso más distanciados del resto de la sociedad. No solo es que son pobres —aunque esto de hecho es un problema—, si no que que no tienen casa, trabajo o cualquier otra característica que constituye a un individuo “normal” en una sociedad occidental que los considera como intrusos.

Adicionalmente, uno no puede quejarse de la decisión de incluir a actores no profesionales para interpretar a la mayoría de personajes; les otorga una oscura verosimilitud que no podría haberse obtenido con el trabajo actores “reales”. El hecho de que las caracterizaciones fueron ajustadas de acuerdo a las experiencias de esta gente en la vida real, definitivamente ayuda; uno se da cuenta, de cuando en cuando, que muchas de las situaciones en las que Ekaj se involucra terminan sintiéndose un poco muy familiares para Jake Mestre. En todo caso, el producto final es fascinante; es como seguir a gente de verdad por las calles de Nueva York. Casi, nuevamente, como un documental.

Visualmente, González también trata de hacer que “Ekaj” luzca lo más realista posible. Prefiere los planos largos, siguiendo la acción y los movimientos de sus personajes, haciendo zooms para poder incluir todo lo que la escena necesita. También usa cámaras en mano, y mezcla diferentes resoluciones —algunos planos se ven granulados o viejos, como si hubiesen sido grabados con cámaras caseras—, todo al servicio de una estética muy particular y convincente. No está interesada en embellecer o suavizar la experiencia de ver a estos individuos tratando de sobrevivir al día a día —robando, mintiendo, haciendo trampa—; quiere que el público sienta que están ahí con ellos, en las calles, y ciertamente lo logra.

“Ekaj” es un relato conmovedor y potente, una película muy similar a la vida real, que reta a su público a experimentarlo de la manera más personal posible, transmitiendo temas difíciles —pero importantes— a través de una estética muy naturalista. No, las actuaciones no son “buenas” en el sentido tradicional de la palabra, pero de alguna manera, se sienten mucho más realistas que cualquiera cosa que uno haya visto en una película más convencional, y los personajes son desarrollados de manera tan creíble —gracias a que los actores son tan similares a sus contrapartes ficticias—, que uno no puede evitar ser absorbido por la historia. “Ekaj” es un filme poco convencional pero satisfactorio, un eficaz drama indie que lleva al espectador a través de un camino melancólico y desolador, pero socialmente relevante.

Esta crítica fue publicada originalmente en inglés para ScreenAnarchy.com.

Pueden ver “Snowflake” a través de la web de Amazon.

Crítica de Sebastián Zavala Kahn

Comunicador audiovisual y crítico de cine. Bachiller en Comunicación Audiovisual por la PUCP; Maestría en Artes de MetFilm School en Londres; miembro de la APRECI —Asociación de Prensa Cinematográfica—, y la OFCS – Online Film Critics Society, y crítico oficial de Rottentomatoes.com. Integra el staff de las webs de Nintendo Pe, Cinencuentro y Ventana Indiscreta. Maneja el blog de cine SebaZavaReviews desde el 2012. Cofundador de NoEsEnSerie.com y FotografíaCalato.com, y coautor del libro Videogames You Will Never Play, del colectivo Unseen64.