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CRÍTICA: Maria Callas – de lo mejor que ha hecho Angelina Jolie

CRÍTICA: Maria Callas – de lo mejor que ha hecho Angelina Jolie

Sebastián Zavala Kahn
Sebastián Zavala Kahn

Crítico de cine

“Maria Callas” viene a ser la tercera (y lógicamente última) entrega de la trilogía de “Mujeres en tacos” del chileno Pablo Larraín. “Jackie” es un interesante estudio de la ex esposa de John F. Kennedy; “Spencer” es una experiencia claustrofóbica y perturbadora, narrada exclusivamente desde la perspectiva de la Princesa Diana; y ahora tenemos a “Maria Callas”, la recreación de la última semana de vida de la famosa cantante de ópera griega-alemana. Protagonizada por una excelente Angelina Jolie, “Maria Callas” es un filme que, de forma similar a sus predecesores, favorece la perspectiva de su protagonista por sobre las demás, permitiéndole al espectador empatizar con ella y entender sus problemas y conflictos internos.

“Maria Callas” comienza de forma impactante, con la muerte de su protagonista en su casa en París en setiembre de 1977. Luego de eso, el filme nos presenta una suerte de montaje de varias situaciones y eventos importantes de su vida, y luego retrocede una semana, para centrarse en sus últimos días en la Tierra. Es así que nos concentramos en una versión venida a menos de la ex cantante de ópera, quien por años se ha negado a volver a cantar, y vive encerrada en su casa junto a su fiel mayordomo, Ferruccio (Pierfrancesco Favino) y su gentil ama de llaves, Bruna (Alba Rohrwacher, en extremo parecida a Andrea Riseborough). Pero luego de discutir con el primero sobre las pastillas que está tomando —principalmente para controlar sus alucinaciones—, Maria decide comenzar a ir a un teatro cercano para redescubrir su voz.

Es así que la cinta comienza a manejar dos líneas narrativas principales. La de la última semana de vida de Maria, que consiste de constantes viajes al teatro para practicar sus arias, e interacciones con un equipo de televisión imaginado, liderado por Mandrax (Kodi Smit-McPhee). Y la del pasado, en general presentada en blanco y negro, donde vemos los distintos recuerdos que María va teniendo de su niñez, su relación con el millonario Aristotle Onassis (Haluk Bilginer) y sus distintas presentaciones. Después de todo, es a través de estos recuerdos que Maria, se supone, está componiendo una suerte de autobiografía en su mente, dándose cuenta que tiene que dejar el pasado en el pasado, donde también se encuentra la música.

Lo mejor de “Maria Callas” es que no comete el pecado en el caen muchas películas biográficas. En vez de tratar de contarnos la vida entera de su protagonista de forma lineal, comenzando con su niñez, pasando por sus altibajos profesionales y personales, y culminando con su muerte, la estructura narrativa dual que maneja el guion de Stephen Knight (“Promesas del este”, “Spencer”) le permite a la película tener una columna vertebral emocional centrada en la nostalgia de Maria. Es alguien, pues, que ya no puede cantar como antes, y a quien le encanta sentirse adulada por la gente, especialmente cuando sale a la calle o a algún restaurante. Por ende, entendemos que de alguna u otra forma extraña el pasado, y es eso precisamente lo que le impide seguir adelante, quedándose encerrada y obligando a su mayordomo a mover un piano que nunca llega a tocar.

Queda claro, también, que Maria es una mujer que fue controlada por buena parte de su vida, por más de que tuviese una personalidad fuerte. Su madre la obligaba a cantar por dinero durante la Segunda Guerra Mundial; su pareja, Aristotle Onassis, la convenció de que deje de cantar, y al final, sus problemas de salud le impidieron cantar, por más de que ella quisiese hacerlo únicamente porque le gustaba. Por ende, es durante su última semana de vida que Maria busca encontrar la libertad; la libertad para vivir sin depender de pastillas, para moverse por las calles de Paris buscando la admiración de la gente, y por supuesto, para cantar, por más de que su voz no sea la de antes.

De hecho, incluso cuando un médico le dice que si sigue forzando su voz se morirá, Maria no le hace caso. Ella es alguien que nunca quizo ser controlada, y que en sus últimas días de vida, se da cuenta de que debe hacer lo opuesto a lo que estuvo haciendo por años. Y es a través de la amabilidad y cariño de sus únicos amigos, Ferruccio y Bruna, que finalmente logra cumplir su cometido. El primero es su mano derecha, casi como la figura paterna que nunca tuvo; en cierto momento, ella le dice que “siempre que ella se cae al agua, él logra salvarla”. Y la segunda es una figura fiel que la admira muchísimo, y que siempre le dice que está cantando bien (“¡magnífica!”) por más de que no sea el caso necesariamente. Son ellos los únicos que parecen entenderla, y los únicos —junto a su doctor y el pianista con el que ensaya— que logran darle algo de confort y felicidad en estos días.

Ahora bien, si la película no llega a convertirse en una experiencia redonda, es porque la dirección de Larraín crea cierta distancia entre el espectador y Maria, haciendo que los momentos que supuestamente deberían ser emotivos, no lleguen a calar del todo con uno. Entre el ritmo pausado —pero jamás aburrido—, la utilización de planos abiertos y en general lejanos, y el ritmo tan específico de diálogo, “Maria Callas” se termina sintiendo como una experiencia sorprendentemente fría. Uno comprende a Maria y ciertamente empatiza con ella, pero el vínculo emocional potente entre el personaje y la audiencia simplemente no está ahí. “Maria Callas” no me dejó indiferente, pero tampoco me tocó como seguramente Larraín y su equipo esperaban.

No obstante, si hay una razón por la que vale la pena ver “Maria Callas”, es el trabajo de Angelina Jolie. La afamada actriz americana nunca ha estado mejor, entregándonos a una Maria arrogante, talentosa y gentil, que trata con amabilidad a sus sirvientes, pero a la vez pasa por situaciones complicadas a nivel personal y profesional. Se trata de una interpretación sutil, en la que Jolie desparece al cien por ciento, y que nunca se siente inverosímil o exagerada. Evidentemente, la mayoría de secuencias de canto hacen uso de grabaciones de la Maria Callas real, pero según Larraín, igual hay algo de la voz de Jolie en ciertos momentos; después de todo, entrenó por meses no solo para sonar como una soprano, si no también para tener la postura y movimientos correctos. El trabajo pagó sus dividendos, por lo que considero que el que Jolie no haya sido nominada al Óscar por este filme es un crimen imperdonable.

El reparto secundario está muy bien —Pierfrancesco Favino y Alba Rohrwacher destacan como Ferrucio y Bruna, respectivamente, y siempre da gusto ver a la gran Valeria Golino en una nueva película, por más de que acá aparezca en solo una escena—, pero “Maria Callas” le pertenece a Jolie. Es ella quien convierte a una película correcta en una experiencia irregularmente hipnotizante, que nos permite entender un poco más a Maria Callas como ser humano, y no solo como una figura legendaria del mundo de la ópera. “Maria Callas” no es una “bio-pic” tradicional, pues, pero si vieron las dos películas previas de Larraín, eso no debería sorprender. El producto final no me fascinó, pero igual considero que vale la pena ver la película en la pantalla grande —tanto por sus cualidades visuales, como por el excelente trabajo de Angelina Jolie.

Crítica de Sebastián Zavala Kahn

Comunicador audiovisual y crítico de cine. Bachiller en Comunicación Audiovisual por la PUCP; Maestría en Artes de MetFilm School en Londres; miembro de la APRECI —Asociación de Prensa Cinematográfica—, y la OFCS – Online Film Critics Society, y crítico oficial de Rottentomatoes.com. Integra el staff de las webs de Nintendo Pe, Cinencuentro y Ventana Indiscreta. Maneja el blog de cine Proyectando Ideas desde el 2012. Cofundador de NoEsEnSerie.com y FotografíaCalato.com, y coautor del libro Videogames You Will Never Play, del colectivo Unseen64.

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