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CRÍTICA: Paddington en Perú – cómo te extraño, Paul King

CRÍTICA: Paddington en Perú – cómo te extraño, Paul King

Sebastian Zavala Kahn
Sebastian Zavala Kahn

Crítico de cine

Entendiblemente, “Paddington en Perú” ha estado haciendo bastante ruido por estos lares. Para cuando el filme fue anunciado, el osito originario del “Perú Más Oscuro” ya había protagonizado dos excelentes películas, ambas situadas principalmente en Londres. Pero esta sería la primera vez que regresaría a su país de origen, lo cual obviamente nos emocionó a sobremanera… en un inicio. ¿Vendría la producción a grabar a Perú, tal y como lo hicieron hace unos años para “Transformers: el despertar de las bestias”? ¿De qué manera sería representado nuestro país en un filme familiar como este? ¿Y cómo haría uno para meter sus narices en el rodaje, fuese donde fuese en nuestro país?

Bueno, la mayoría de nuestras preguntas fueron respondidas, y no de forma satisfactoria. La mayor parte de escenas situadas en el Perú fueron grabadas, en realidad, en Colombia, debido a los incentivos fiscales que aquel país tiene para producciones internacionales. Y las pocas imágenes rodadas en el Perú no incluían a ninguno de los actores principales, sirviendo más bien como “plates” para ser utilizados de fondo en escenas mayormente de carácter digital. A pesar de contar con aquel título, parecía que “Paddington en Perú” no iba a mostrar mucho de nuestro país, lo cual en retrospectiva no debería sorprender, considerando que las dos películas previas se llevaron a cabo en una suerte de versión fantasiosa del Reino Unido, más colorida e inocente que la real. Algo así irían a hacer, pues, con nuestro país en “Paddington en Perú”.

Y bueno, luego de tanto comentario y controversia, habiendo ya visto la película, me sorprende que el director Dougal Wilson (reemplazando a Paul King, lamentablemente) incluso haya ido a Colombia a grabar. Considerando lo que la cinta nos muestra, en realidad la mayoría de escenas supuestamente situadas en Perú podrían haber sido grabadas en CUALQUIER parte —como lo hizo, por ejemplo, “Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal”, que en el 2008 convirtió a varias locaciones de Hawai en el Amazonas peruano. No hay una sola escena, momento o locación en “Paddington en Perú” que se sienta REPRESENTATIVA de Perú. Los personajes nunca pisan Cusco ni ninguna otra ciudad o pueblo que se note es peruano, y la mayoría de escenas selváticas no cuentan con nada particularmente, bueno, “Amazonesco”. Al ver “Paddington en Perú”, solo podía pensar: “¿para esto se fueron hasta Colombia?”

Lo cual es una pena, porque algo como “Paddington en Perú” podría haber servido, quizás, como un instrumento de promoción para nuestra cultura, o al menos, para las localidades turísticas más populares de la sierra o selva. Se puede argumentar que eso fue, precisamente, lo que terminó haciendo la película de “Transformers” ya mencionada. En aquella producción, los actores principales vinieron acá, se desenvolvieron en las calles de Cusco, pisaron Machu Picchu, y mucho más. Cusco y sus alrededores se sentían como un componente importante para la narrativa, lo cual no sucede en lo absoluto en “Paddington en Perú”. El Perú presentado en este filme se siente absolutamente ficticio, lo cual tiene sentido, supongo —aunque valgan verdades, el de la película protagonizada por robots alienígenas gigantes se sentía más verosímil.

Huh.

Pero hagamos un paréntesis de todo ese tema. ¿Qué tal la película en sí? Pues está… bien. Como argumenté en un texto previo, el primer filme de “Paddington” es una cinta familiar entretenida y dulce —nada extraordinario, pero ciertamente satisfactoria. La secuela, más bien, la considero como una obra maestra, y una de las producciones familiares más impresionantes y emotivas que haya visto. De hecho, la última vez que vi “Paddington 2” terminé llorando; ¡cómo no recomendar una película que cause una reacción emocional de ese tipo en mi! Pero “Paddington en Perú”… pues no me generó nada así. El nuevo director, Dougal Wilson, hace un buen trabajo IMITANDO el estilo desarrollado en sus dos antecesoras, pero el producto final carece de aquel “no sé qué” que tanto encanto les otorgaba.

Al comenzar “Paddington en Perú”, vemos al osito del título viviendo feliz con los Browns en Londres. Pero cuando recibe una carta de la Madre Superiora (una genial Olivia Colman) del Hogar para Osos Retirados en la Selva Peruana, diciéndole que su Tía Lucy (voz de Imelda Staunton) se ha estado comportando raro, nuestro protagonista decide venir a nuestro país para verla. Es así que, acompañado de Henry (Hugh Bonneville), Mary (Emily Mortimer, reemplazando a Sally Hawkins), Judy (Madeleine Harris) y Jonathan Brown (Samuel Joslin), Paddington llega a la selva “peruana” en busca de su adorada tía.

Pero al llegar (en una combi, porque obviamente)… no la encuentra. Resulta que la Tía Lucy se ha ido a la Piedra Rumi (que significa “Piedra Piedra”…. bien ahí) en busca de El Dorado (no podía faltar). Es por eso que Paddington recurre al capitán de bote Hunter Cabot (Antonio Banderas) y a su hija Gina (Carla Tous) para que lo lleven a él y a la familia Brown por el Amazonas, para así encontrar la Piedra Rumi, y por ende, a la Tía Lucy. Pero como se supone dicho lugar alberga El Dorado, y por ende, un tesoro escondido de los Incas, nuestros protagonistas tendrán a varios enemigos ambiciosos a los cuales enfrentarse.

Queda claro, entonces, que la narrativa no presenta nada particularmente original. Por más de que las dos primeras cintas contaran con historias igual de sencillas, por lo menos se sentían originales, y de hecho hacían uso de un estilo aparentemente simplón para desarrollar, con éxito, temas relacionados a la amistad, la familia y la aceptación de los inmigrantes. Por otro lado, “Paddington en Perú” se siente como algo choteado, haciendo uso del recurso de El Dorado que hemos visto en incontables películas relacionadas a nuestro país (tanto animadas como de acción en vivo). Mientras que las dos primeras entregas de “Paddington” utilizaban la sencillez a su favor, “Paddington en Perú” se queda corta, como algo meramente cumplidor pero para nada extraordinario.

Evidentemente, mucho de eso se debe a la ausencia de Paul King, tanto en el puesto de director como en el de guionista. Esta vez, ha sido reemplazado por Wilson en lo primero y por tres personas (¡!) en lo segundo. Y aunque “Paddington en Perú” ciertamente cuenta con momentos emotivos, encantadores y hasta hilarantes, nada se acerca a lo que King hizo con sus dos primeros filmes. Extraño, por ejemplo, recursos como la banda que tocaba música diegética, la maqueta de la casa que nos mostraba a los Browns en sus diferentes ambientes, o algo como el libro tipo “pop-up” de la segunda película. “Paddington en Perú” nunca llega a ser igual de imaginativa que cualquiera de sus predecesoras, sintiéndose como una experiencia mucho más convencional y “regular”.

El hecho de que Paddington haya salido de Londres para entrar a la selva ciertamente no ayuda. Así como el osito se siente fuera de su elemento, como un pez fuera del agua, lo mismo se podría decir del equipo creativo de la película. Al tener que desarrollar algo ajeno a su propia realidad, parecen haberse estancado, más bien favoreciendo ciertos estereotipos o clichés por sobre algo más encantador e imprevisible. Nuevamente: la película está BIEN, pero considerando lo alta que había dejado la valla “Paddington 2”, no puedo evitar sentirme decepcionado. Y mucho más cuando ciertas decisiones de casting terminan siendo tan desalentadoras. Emily Mortimer es una buena actriz, pero no logra superar a Sally Hawkins en el rol de Mary Brown. Y considerando ciertas revelaciones narrativas, las apariciones de Antonio Banderas y Olivia Colman no tienen NADA de sentido. Solo diré que hubiese estado mejor que sus roles fuesen interpretados por actores de, al menos, ASCENDENCIA latina.

Lo cual, por supuesto, me obliga a regresar al tema de la representación. Como película, “Paddington en Perú” está correcta; es colorida y graciosa y Paddington El Personaje sigue siendo encantador en su ternura y sus buenos modales. Pero como representación de nuestro país, es fantasía total. Lo cual no sería algo MALO por sí solo… pero el filme también se puede percibir como una visión colonialista de Latinoamérica, en donde una historia supuestamente peruana carece de personajes o actores peruanos, en donde todos los latinos verdaderos (probablemente colombianos) salen de extras sin diálogo (y usando ponchos en la selva, porque bueno…), y donde personajes importantes que tendría sentido fuesen interpretados por latinos, son en realidad actuados por españoles. ¡Una película Británica de visión colonialista, qué sorprendente!

(Eso fue sarcasmo, por si acaso…)

En fin. Considerando lo mucho que me gusta “Paddington 2”, es imposible que no me sienta aunque sea un poco triste por lo que se ha hecho con “Paddington en Perú”. No hay forma de saber si es que bajo la dirección de Paul King el resultado final hubiese sido menos problemático, pero al menos podemos estar seguros de que hubiese sido menos flojo, más imaginativo, y ciertamente menos genérico. Las familias disfrutarán de la película, y los niños quedarán encantados (por tercera vez) con el osito amable y sus aventuras. Pero considerando lo MUCHO que se podría haber hecho con esta historia y el contexto en el que se lleva a cabo, “Paddington en Perú” termina sintiéndose como una oportunidad desperdiciada. Podemos, entonces, aplicar el Meme de Thanos al referirnos a Paul King:

“Sorprendí a todos con “Wonka”.”

“¿Pero qué te costó?”

“Paddington en Perú”.

Crítica de Sebastián Zavala Kahn

Comunicador audiovisual y crítico de cine. Bachiller en Comunicación Audiovisual por la PUCP; Maestría en Artes de MetFilm School en Londres; miembro de la APRECI —Asociación de Prensa Cinematográfica—, y la OFCS – Online Film Critics Society, y crítico oficial de Rottentomatoes.com. Integra el staff de las webs de Nintendo Pe, Cinencuentro y Ventana Indiscreta. Maneja el blog de cine Proyectando Ideas desde el 2012. Cofundador de NoEsEnSerie.com y FotografíaCalato.com, y coautor del libro Videogames You Will Never Play, del colectivo Unseen64.

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