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CRÍTICA: La otra cara de la luna – romance a la antigua en Cabo Cañaveral

CRÍTICA: La otra cara de la luna – romance a la antigua en Cabo Cañaveral

Sebastián Zavala Kahn
Sebastián Zavala Kahn

Crítico de cine

“La otra cara de la luna” es el tipo de película que ya no sale con mucha frecuencia en cines: la comedia romántica que se lleva a cabo en un contexto histórico real. De hecho, lo que tenemos acá es una producción original de Apple, así que deberíamos agradecer, supongo, que podamos ser capaces de verla en la pantalla grande. Pero muy aparte de eso, vale la pena resaltar el estreno de “La otra cara de la luna” porque pertenece a un género que hasta hace poco había estado relegado al streaming, porque no es ninguna secuela, remake o reboot, y porque su éxito dependerá enteramente de la popularidad de sus estrellas, y del hambre que el público le tenga a una historia romántica, dulce y relativamente inocentona.

“La otra cara de la luna” podría terminar sorprendiendo, pues, al igual que otros estrenos de este 2024, como la (también) comedia romántica “Con todos menos contigo”. Después de todo, tiene los ingredientes perfectos para convertirse en un cumplidor “crowdpleaser”: protagonistas carismáticos, una buena dosis de romance y humor, un contexto histórico inspirador, y un tono que, sin tomarse demasiado en serio a sí mismo, igual logra desarrollar suficiente tensión, como para que uno se preocupe por los personajes y sus problemas. Es el tipo de producción, pues, que debería dejar a buena parte de su público con una sonrisa en el rostro, satisfechos de haber tenido una experiencia sana, encantadora, y no particularmente compleja. En ese sentido, “La otra cara de la luna” se siente bien de la vieja escuela.

“La otra cara de la luna” se lleva a cabo a fines de los años sesenta, durante la Carrera Espacial entre los Estados Unidos y Rusia, en el contexto de la Guerra Fría. Nuestra protagonista es Kelly Jones (Scarlett Johansson), una Maestra Publicista que sería capaz de venderle agua a un pez en el océano. Ella trabaja en una agencia en Nueva York, y cuenta con la ayuda de su leal asistente, la joven Ruby (Anna García). Pero un día, ambas son llamadas por un misterio agente gubernamental llamado Moe Berkus (Woody Harrelson), quien las contrata para trabajar para la NASA. ¿Su misión? Vender la IDEA de la llegada a la luna al público norteamericano, quien ha perdido la fe en la NASA, y está más preocupado por las tragedias de la Guerra de Vietnam.

Para ello, Kelly se muda junto con Ruby a Cabo Cañaveral, y se ve obligada a trabajar con Cole Davis (Channing Tatum), un ex maestro piloto, ahora convertido en el Jefe de Vuelo de las misiones Apolo. Al inicio, Davis no parece tenerle mucha paciencia a Kelly; se trata, pues, de una hombre que se ciñe siempre a las reglas, y que está más interesado en la importancia de su trabajo, que en su potencial publicitario. Pero poco a poco, ambos se irán entendiendo, tanto profesional como personalmente (¡si saben a qué me refiero!). Pero como no todo puede ser color de rosa, las cosas se tornan más complicadas cuando Moe le pide a Kelly usar un hangar para grabar una alunizaje falso… por si acaso las cosas no saliesen bien en la misión real en el espacio exterior.

Es así, pues, que “La otra cara de la luna” combina un romance ficticio con eventos reales y una divertida dosis conspiratoria, para desarrollarse como una experiencia que se divierte con todo lo que sabemos sobre la llegada del Hombre a la Luna. El filme, pues, trata dicho evento con la seriedad del caso, pero igual le inyecta ciertos momentos de ligereza, como para que el público no olvide que está viendo esta historia desde la perspectiva de una mujer que solo le interesa VENDER (y por momentos, mentirle a la gente). De hecho, es por eso que Kelly termina siendo el perfecto contraste para Cole: ella es el engaño y él la verdad; son la soltura versus la rigidez; la diversión en el trabajo versus un ambiente de tensión constante.

Es a través de su romance, además, que “La otra cara de la luna” logra desarrollar temas interesantes relacionados a la verdad y las mentiras, la naturaleza de la identidad, y la importancia de logros científicos, incluso en un contexto en el que muchos podrían argumentar (y hecho, ARGUMENTARON) que dicha plata podría ser utilizada para otros fines. Ambos personajes tienen arcos bien claros: ella tiene que aprender a ser una persona más honesta y a dejar de engañar a la gente como parte de su día a día, y él tiene que aprender a relajarse y olvidar ciertos traumas del pasado. Es así que Cole y Kelly terminan complementándose, lo cual hace que el romance que se desarrolla entre ambos se sienta más orgánico y convincente.

Evidentemente, no hay nada revolucionario acá: es un clásico romance entre personajes que al inicio no se llevan bien, y que luego terminan enamorándose el uno por la otra. Es un clásico. Pero es un clásico precisamente porque funciona, y aquí funciona gracias al carisma de sus protagonistas (tanto Johansson como Tatum están muy bien). Y por supuesto, el reparto secundario también ayuda: Woody Harrelson es perfecto como el misterio Hombre de Negro del gobierno de Nixon, Anna García está muy divertida como Ruby, Jim Rash resalta como un director de publicidad excéntrico y exagerado, y Ray Romano protagoniza algunas de las escenas más conmovedoras del filme como Henry Smalls, un colega de Cole. No todos estos actores logran ir más allá de los estereotipos con los que sus personajes fueron escritos, pero lo que sí hacen es otorgarle color, verosimilitud y diversión a la historia.

Mención aparte, eso sí, al apartado técnico. Se nota que el director Greg Berlanti y su equipo aprovecharon bien el presupuesto otorgado por Apple, utilizándolo para desarrollar el contexto histórico de “La otra cara de la luna” de la forma más creíble posible. Es así que terminamos con recreaciones bastante buenas de los edificios de la NASA, de los cohetes Apolo, de los despegues, y hasta de algunos momentos en el espacio y la luna. Berlanti hasta se da el lujo de presentarnos un atractivo plano tipo “timelapse”, en el que vemos cómo un cohete se va construyendo mientras los personajes Y la cámara se mueven. Son recursos audiovisuales que no eran NECESARIOS para que una historia como esta funcione, pero que ciertamente ayudan a que se sienta más verosímil y visualmente atractiva; parece que trabajar con la plata de Apple tiene sus ventajas.

Fuera de eso, no hay mucho más que pueda escribir sobre “La otra cara de la luna”. Se trata de una experiencia ligera y divertida, que mezcla datos reales con elementos más conspiranoicos (pero sin llegar a ofender a un espectador educado), y hasta supersticiones (cierto gato negro tiene un rol sorprendentemente importante en la trama), para desarrollar una romance encantador, y generar tensión en el espectador a través de la misión del Apolo 11. Nuevamente: “La otra cara de la luna” es el tipo de filme que no se ve con mucha frecuencia en el cine, y que felizmente, en este caso, no ha sido relegado al mundo del streaming, en donde ganaría algo de popularidad por un par de días, para luego desaparecer para siempre. Si tienen ganas de algo entretenido y bastante “a la antigua”, “La otra cara de la luna” es una buena opción. Ojalá este 2024 verdaderamente se convierta en El Año en el que las Comedias Románticas Regresaron.

Crítica de Sebastián Zavala Kahn

Comunicador audiovisual y crítico de cine. Bachiller en Comunicación Audiovisual por la PUCP; Maestría en Artes de MetFilm School en Londres; miembro de la APRECI —Asociación de Prensa Cinematográfica—, y la OFCS – Online Film Critics Society, y crítico oficial de Rottentomatoes.com. Integra el staff de las webs de Nintendo Pe, Cinencuentro y Ventana Indiscreta. Maneja el blog de cine Proyectando Ideas desde el 2012. Cofundador de NoEsEnSerie.com y FotografíaCalato.com, y coautor del libro Videogames You Will Never Play, del colectivo Unseen64.

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